Unionistas de Salamanca 1 - Atlético Baleares 0
No hay nada como una derrota para dejar de sentirse inmune.
Siempre me han gustado la Copa del Rey porque ayuda a desatar crisis. Porque provoca
que quienes eran tomados por paranoicos, aventurando gestas de equipos muy
humildes pero “voluntariosos”, una
vez, acierten en sus pronósticos. Descubrir que uno sangra, por muy invencible
que se sienta hace bien. Con un matiz, siempre que no suceda en una final.
Me gustan las competiciones de eliminatoria, más aún de un
solo partido, desde niño. Me recuerdo encendiendo la televisión nada más
despertar para ver lo goles de la noche anterior. Empezar el día, con las
noticias de la mañana, con una sorpresa que me atragantaba el colacao o, en la mayoría de ocasiones,
masticando las tostadas con la satisfacción de ver que mi augurios se habían
cumplido. No hay nada mejor que ver los goles de la noche anterior. Ver las
caras largas de los favoritos recién eliminados que, por una noche, se irán a
la cama con la misma expresión con la que amanezco cada mañana. Y, por
contraste, entusiasmarme pensando que “hoy
puede ser un gran día” viendo la alegría de los modestos. Otro mundo es
posible.
La Copa del Rey ofrece la oportunidad de cambiar de equipo.
De ser temporalmente y sin compromisos de un equipo nuevo. Un idilio que dura semanas.
Y al que sólo atiendes los días de partido, sin la inquietud y hartura del día
a dia. Es como el foráneo que acude a las fiestas de un pueblo que no es el
suyo pero que se entrega a ellas como el más curtido de los quintos. La primera
vez que me pasó fue con aquel mítico Numancia de Lotina que encabezaba un fino
Barbarin y tenía bajo palos un tipo capaz de cruzarte la cara sin discusión
como Echeverría. Un par de años después recuerdo al Alavés de Pedro Riesco y el
bigotudo Mané que llegó a semifinales y, unos años después, me hizo llorar con
Desio en la inolvidable final ante el Liverpool. He pasado de puntillas por
equipos como el Toledo, Novelda, Alcorcón y, el último que recuerdo, ser del Mirandés
como el que más hasta que el Athletic de Bielsa supo aplacar su coraje.
Está bien esto de ser infiel a uno mismo de vez en cuando.
Incluso desear que tu equipo pierda para que otro pueda alargar su ilusión. En
los años de la Unión Deportiva Salamanca nunca pude vivir de primera mano el
encanto de ir avanzando rondas en la Copa. Ver cómo otros equipos mejores que
tú van quedando atrás mientras tú sigues avanzando. Hoy, podemos decir que
seguimos, seguimos avanzando, que llevamos con nosotros muchas heridas
abiertas. Estaría bien que una vez, nosotros, una vez, pudiéramos ser el equipo
de muchos. Que seamos capaces, una mañana, de atragantar el colacao de los demás.
Unionistas:
Brais, Gallego, Zubiri, Ayoze, Ribelles, Javi Navas (Álvaro Romero 69´), De la
Nava, Garrido (Guille Andrés 59´), Pedro López, Matthieu (Piojo 87´), Góngora.
Goles: 1-0 Javi
Navas 18´