Unionistas de
Salamanca 1 – 3 Real Madrid
No hay nada más indispensable en la vida que la sensación de
sentirte en casa. Marchar para que, al regresar, te reencuentres con el olor de
tu hogar. Tu ducha. Tu cama. Tu manta esperándote en el sofá. Uno es del lugar
donde se siente a gusto. El verdadero hogar. Para unos, ese sitio, debe
contener un colchón viscoelástico, televisión de plasma y conexión 5G. Para otros muchos es el lugar donde
encontrarse con los amigos. Puede uno pasar la vida entera buscando ese espacio
y no encontrarlo. Es importante saber cuanto antes qué necesitamos para
sentirnos en casa para encontrar rápido la excusa para regresar. La sensación
de volver a casa es de lo mejor que podemos experimentar en la vida. Un asidero
para no sucumbir.
Me encanta volver a casa. El camino de vuelta es como la
llegada a los Campos Elíseos en el Tour de Francia, un homenaje al
esfuerzo. Es un recorrido donde todo parece encajar, un espacio de tiempo donde
nos sentimos dueños de nuestro destino, nuestro pequeño refugio de
inmortalidad. Descubrir que has encontrado tu hogar y trazar la ruta preferida
para volver es un placer silencioso al que nadie debe renunciar jamás ni
permitir que le sea impuesta. Cada uno ve en su casa bondades y satisfacciones
que a ojos de los demás parecen el peor de los incordios. No tener
lavavajillas, no poder estar en manga corta por tener calefacción eléctrica o
que en el suelo no aguarde una tarima flotante para acolchar cada uno de tus
pasos puede resultar insoportable para los más exigentes pero, para mí, esos
detalles son los que hacen de mi casa mi hogar.
Pasamos el tiempo queriendo ser capaces de encontrar la
mejor de las respuestas, soluciones rayanas con la perfección. Creemos estar
cerca de ellas hasta que tenemos que enfrentarnos al cumpleaños de un niño.
Pasamos días, incluso semanas, desesperados por encontrar el mejor regalo.
Gastamos horas recorriendo los pasillos de grandes superficies intentando dar con
el juguete que pasará el resto de su vida. Queremos quedar instalados en su
mente como los proveedores del disfrute de su infancia, un juguete que, con el
paso de los años, recordará y asociará con nosotros. un reducto de inmortalidad. Y, tras soplar las
velas, todos los adultos presentes miran al resto tratando de identificar quién
será su competidor.
Grandes cajas envueltas pelean por su atención, promesas y
esperanzas de felicidad que, conforme se van sucediendo los regalos,
descubrimos que, al ingrato homenajeado, no le sacan de la indiferencia más
absoluta. Porque, para un niño, lo que importa es la sensación que le traslada
el regalo, el calor, el tacto y el sentimiento de sentirse bien en su compañía.
Lo mismo que buscamos los adultos al volver a casa.
Esta pasada noche, con el frío del cemento, sin una pared
que proteja el viento, sin un aparcamiento cercano y, sin la presencia del
alcalde, puedo decir que, con todos los que estábamos, una vez más, en Las Pistas, me he sentido como en casa.
He salido sintiendo de nuevo el frío esperando que llegue el domingo donde no
estará el Real Madrid ni el estadio
lleno, pero podremos decir que, otra vez, volvemos a casa.
Unionistas de
Salamanca: Brais, Piojo, Zubiri, Ayoze (Matthieu 86´), Góngora, José Ángel,
Gallego, De la Nava, Guille Andrés, Javi Navas (Diego González 79´) y Garrido (Álvaro
Romero 54´).
Goles: 0-1 Bale 17´,,
1-1 Álvaro Romero 56´, 1-2 Góngora (p.p) 61´, 1-3 Brahim 91´.