Unionistas de
Salamanca 4 – 2 Deportivo Alavés B
Hay algunas cosas que me sigue apeteciendo mucho hacer.
Especialmente los domingos. Levantarme sin prisa, desayunar café en el bar, ir
al estadio a ver el partido, comer con mi madre, la siesta contigo… En una
palabra: vivir. Con el paso de los años
los domingos quedan como el último reducto de la semana para la vida. El espacio
que nos regalamos para poder encajar nuestra existencia. Una oportunidad para
la redención.
Los domingos por la mañana fueron, durante los años universitarios, un tiempo perdido.
Simplemente era un momento que no existía
por sí mismo, era, como mucho, una extensión del sábado por la noche. Sólo
madrugué los domingos porque hubiese que ir a jugar partido. Hice verdaderos
esfuerzos por no caer en la provocación del absentismo. Me debía a la causa y,
aunque tampoco fallaba a mis compañeros de correrías nocturnas, hacía todo lo
posible por estar a la hora y en unas condiciones dignas para defender el escudo,
respetar el honor de mis compañeros y no hacer el ridículo delante de mis
conocidos. No siempre lo conseguí.
No hay nada peor que estrenarte como titular un domingo por la mañana.
Es algo de lo que deberían avisarte. Y para lo que deberían
prepararte anímicamente. En mi último equipo, al que me incorporé a mitad de
temporada, debuté un domingo, a las nueve de la mañana. Un infierno. Era mi
segundo partido, había jugado apenas diez minutos en el partido anterior. Un
debut aséptico, sin expectativas para nadie, a años luz del de Robinho en
Cádiz. Nada me hacía pensar que, en el próximo partido, tuviese a más mínima
oportunidad. Pero, en la vida, como en los
equipos de cafeterías, las oportunidades no se conceden por méritos propios,
sino por falta de personal.
En toda la semana, ni por asomo, pensé que podría jugar. No
hice ni un día de carrera continua, ni guardé reposo la noche anterior. Sabía que
estaba para lo que se me iba a exigir, quince minutos de entrega, dos carreras
a ninguna parte, algún despeje y un repliegue rápido. Con esas exigencias podía
vivir de las rentas de mi trayectoria pasada, no necesitaba un esfuerzo
adicional. Todo se torció cuando, a falta de treinta minutos para empezar el
partido apenas éramos doce. En una crisis de imprudencia, el entrenador, apostó
por mi palidez de domingo por la mañana en contra de los kilos de más del
compañero con el que tenía que batirme por el mismo puesto. Que no era una
buena decisión lo supe desde el calentamiento. No había empezado a levantar los
talones cuando supe que algo no iba a salir bien. El pitido del árbitro lo
confirmó. En apenas diez minutos me desfondé, tres desdoblamientos por banda,
un par de repliegues y forzar un saque de esquina fue todo lo que pude dar ese
día antes de quedarme apoyado en el poste izquierdo de la portería, clavar la
rodilla derecha en el suelo y vomitar. No me he sentido tan débil y humillado
jamás. Caminando hacia el banquillo me
sentí, entre los abucheos silenciosos de mis recién estrenados compañeros de equipo, como Figo, un traidor a sus colores, en su vuelta al Camp Nou.
El resto de partidos los vi todos desde el banquillo esperando
una oportunidad para redimirme de mis pecados. Pronto caí en la cuenta que, esa
mañana, había puesto fin a mi carrera. A partir del tercer partido decidí que
mis ochenta minutos semanales de banquillo, se hacían más llevaderos si les
ponía banda sonora y el discman se convirtió en mi mejor compañero de equipo.
En total apenas disputé cien minutos en esa media temporada que me dieron para
un gol, dos asistencias y tres tarjetas amarillas. Aun con eso, no se me han
quitado las ganas de ir al fútbol los domingos por la mañana. Ahora, eso sí, a
verlo desde la grada acompañado de la música de los cantos de la afición. Ayer en Las
Pistas, viendo el partido de Matthieu
y Brais me alegré sabiendo que
todavía hay quienes creen en las segundas oportunidades. Los domingos por la
mañana, que tienden a pasar desapercibidos, al recordarlos, resulta que esconden
la felicidad.
Unionistas de
Salamanca: Mario, Cavafe (Piojo 70´), Pedro López, Góngora, Zubiri, Gallego,
José Ángel, Matthieu (Brais 81´), Álvaro Romero, De la Nava y Óscar González
(Javi Navas 56´).
Goles: 0-1 Paulino
min.5, 1-1 De la Nava min.37, 2-1 Góngora (p) min.64, 3-1 Góngora (p) min.76,
3-2 Lupu min.77, 4-2 De la Nava min.91