Unionistas de
Salamanca 1 – S.D. Leoia 1
Esa noche de reyes en el Helmántico fue todo distinto. Ella se
había acomodado a mi lado después de recoger la última ronda de cervezas en
el descanso. Estábamos eufóricos por el gol del empate que acababa de marcar Zegarra antes del descanso y no paraba de imitar el baile de su celebración mientras repetía, una y otra vez, que esa noche ganábamos. Mi corazón
latía con mucha intensidad mientras un hormigueo me recorría todo el cuerpo. Apuré la cerveza de un trago cundo los jugadores salieron del vestuario. Nada más comenzar
el segundo tiempo llegó lo esperado, Luis
Enrique marcó el segundo, y apenas unos minutos después, Giovanni, hacía el tercero. La miré y en sus ojos vi que ambos nos
dejábamos llevar por un sueño que aún creíamos posible. Esperamos. Valió la pena.
Dos goles de César
Brito nos devolvieron al sueño pero, sobre todo, su taconazo a Silvani. Unos segundos antes de ese toque mágico en mis oídos atronaba el sonido seco del balonazo al larguero de Couto que sería el mejor inicio de contragolpe. Con esa espuela el mundo se
paró en mis brazos cuando el argentino consiguió darle la vuelta al marcador.
Estaba gritando como un loco cuando, al girarme, ella se abalanzó sobre mí. Nos
fundimos en un abrazo y, de pronto, todo se volvió suave mientras me
sentía el hombre más fuerte del mundo sujetándola en volandas.
Había miles de personas a nuestro alrededor pero nadie nos
veía. El estadio rugía y la grada temblaba bajo un terremoto de pasos corriendo hacia las vallas a festejar el tanto como se corría al abrir El Corte Inglés el primer día de rebajas.. Parados en nuestro sitio,
mientras todo parecía derrumbarse a nuestro alrededor, nos abrazamos. Su pelo
se derramaba sobre mis hombros mientras la sujetaba como quien sostiene el
mundo. Apoyó sus brazos en mi pecho y, sin tiempo de reacción, me besó en la
boca. El roce de sus labios junto al tacto de su piel bajo su cazadora morada
es la caricia más linda que he recibido en mi vida.
Cuando nos soltamos el relámpago de un escalofrío me
recorrió la espalda. El partido continuó y, mientras todo alrededor era fiesta,
para mí sólo quedó la tristeza. Un beso que fue un lapsus de absoluta
felicidad, la breve alegría de un recién llegado a un sitio desconocido. Había
recibido el beso de la novia de mi amigo y eso era algo que estaba prohibido.
Acababa de cruzar una frontera inviolable. Con el pitido final, ella me pasó su
brazo sobre los hombros al salir del estadio igual que volvieron el Cuqui y César Brito al centro del campo. Acercándose al oído, dijo “¡Ya tienes tu regalo del amigo invisible!”. Esta noche la pasaré de nuevo, recordando, mi mejor regalo de reyes que venía envuelto en un pase de tacón.
Unionistas de
Salamanca: Brais, Piojo, Gallego, Góngora, Zubiri, Pedro López, José Ángel
Alonso, De la Nava, Álvaro Romero, Javi Navas (Diego González 86´) y Guille
Andrés (Garrido 76´).
Goles: 1-0 min 44
Góngora, 1-1 min 94 Koldo