Más que un club, una
familia. Este es el lema de la SCCampomaiorense, club del Alentejo
portugués, donde lo que más hay es paisaje. Una región que forma parte de la
historia del fútbol en Portugal gracias a un equipo que, a finales de los
noventa, dió voz a los campesinos, su vivir humilde, su lucha digna y dijo,
aquí estamos. Somos y merecemos lo que la historia nos viene negando.
Campo Maior es un
población situada a apenas unos kilómetros de Badajoz en la que es fácil sentir
la cercanía y el afecto de sus gentes. Una ciudad en la que, hace veinte años,
vivieron un sueño. El sueño de jugar en Primera División y alcanzar la final de
la Copa. Una final de sabor amargo que rápidamente es reemplazada por las
emociones vividas aquella primavera. Evocar la ciudad vacía, las calles sin
nadie cuando, todos sus habitantes, marcharon a Esposende a animar a los galgos en aquella inolvidable semifinal.
El recuerdo imborrable del regreso con una alegría que pervive en el rostro de
todos al recordar la gesta.
El Campomaiorense es más que fútbol. Es un símbolo, es el
reflejo de una forma de ser, un modo de entender la vida propio del Alentejo.
Una filosofía de vida donde el arrojo, el esfuerzo de quienes llevan siglos
trabajando la tierra, la creencia en unos valores firmes de dignidad y la
firmeza para presentar batalla a las adversidades pese a tener pagar por ello
un precio alto no son negociables. Quienes trabajan la tierra y conocen de sus
miserias, de que a los años de buenas cosechas le siguen otros de sequía, han
forjado a estos habitantes de un territorio de frontera donde no hay nada que daba tomarse más serio que la
garantía de que todos tengan pan que llevarse a la boca.
En Campo Maior, zona de cafetales y donde el contrabando
estuvo muy presente como en toda la Raya entre Portugal y España, no hay lugar
para euforias, son gentes descreídas. Donde no se cree en promesas que llegan
desde la capital y de los visitantes. Aquí lo primero es escuchar a los
vecinos, a la familia. De este modo,
cuando el fútbol negocio se apoderó de todo y el derroche se impuso como modelo
desde las instituciones públicas, en Campo Maior se miró a la tierra,
compañera de vida, y se constató que, por muchos fanfarria con la que los
charlatanes adornen sus discursos, ésta da lo que da para quienes no le vuelven
la espalda.
Así, tres años después de acariciar el cielo, el fútbol
profesional desapareció. Se impuso la sensatez de sus gentes. La familia Nabeiro,
que lleva dirigiendo el club medio siglo, optó por quedarse sólo con el fútbol
base y mantener su espíritu polideportivo. La familia en Campo Maior es lo
primero. Primó que los vecinos pudieran seguir disfrutando de los servicios que
el club ofrece a la comunidad, de ser una fuente de empleo para sus
trabajadores y no dejarse arrastrar para ser lo que no son ni quieren ser. Así,
el fútbol profesional dijo adiós para siempre y ya no es posible ver al
Campomaiorense jugando en los grandes estadios del país. Sí que volvió el club
a abrir su equipo senior que disputó la liga regional de Portoalegre durante
unos años pero, tras unos años, finalmente terminó desapareciendo tras
renunciar a ascender de categoría cuando tuvo oportunidad.
En el Alentejo es muy importante el vínculo con el vecino,
que sienta el apoyo y la disposición a ayudarle de sus vecinos de que, cada uno
de ellos, es de la familia de todos. Bien lo saben varios de los jugadores de la Unión Deportiva Salamanca que defendieron la camiseta rayada como Paulo Torres o Nuno Afonso, o el míster Joao Alves. Como bien lo sabe Jimmy Floyd Hasselbaink que llegó
siendo niño el Jimmy a Campo Maior y salió de allí hecho el hombre que
conquistaría Inglaterra y España con sus goles. Hay lugares donde una puede encontrar
personas que te acogen como la familia que has dejado lejos. Ése lugar es Campo
Maior, donde la vida familiar continua y en el que un estadio, Capitao César Correia, con más aforo
que ciudadanos observa el día a día. Un cotidiano repleto de sueños pasados,
sueños humildes, sueños sensatos que, aún, están por cumplir. Una leyenda que. como todas las que perduran, vienen forjadas de una derrota.