Unionistas de Salamanca 4 - 0 Osasuna B
Tengo una boda dentro de unos meses
y estoy desesperado. Para empezar la boda coincide con la final de Champions,
algo inaudito en los tiempos que corren con tantas wedding planner, y
para colmo, hoy por hoy, no tengo quien me acompañe. Ir solo a una boda, por
culpa de las comedias románticas, es síntoma de fracaso vital. Pero, peor aún,
es no tener quien te ayude a decidir qué ponerte para ese día, si los colores y
tejidos combinan, si un pantalón o camisa te sientan bien. Este es el verdadero
fracaso. No tener a alguien a tu lado que te acompañe en las pequeñas
decisiones, ésas que, por insignificantes, terminan por definir nuestra actitud
frente al día que nos aguarda delante es el peor porvenir.
Me gustaría ser capaz de hacer
frente a estas adversidades. Ser como el luchador irlandés Conor McGregor.
Un tipo duro, persistente y malencarado, capaz de vencer cualquier obstáculo y
derrotar a los más poderosos enemigos. Así pensaba hasta que, hace un par de
semanas, me topé con un documental del luchador. Lo ví sin ninguna expectativa,
creyendo saber lo que iba a encontrar en cada escena. Hasta que caí en el valor
de una presencia: su mujer. Allí estaba siempre ella, ayudándole, eligiendo con
él la ropa con la que acudir al pesaje, la chaqueta que utilizar para una
entrevista en televisión, opinando sobre lo que transmitía uno u otro calzón.
Según continuaba el metraje la historia de McGregor dejó de interesarme. Sólo
quería verla a ella en pantalla. Me pasó como me pasa cuando veo un partido de
fútbol en televisión. Estoy más pendiente del banquillo que del juego,
queriendo adivinar quién aguarda tras la figura imponente del entrenador. Más
ahora que los banquillos parecen a una boda gitana con la cantidad de
asistentes y miembros del cuerpo técnico que se apuntan a la fiesta del
partido.
Entre la gente suele haber personas
interesantes. Sólo es necesario hacer un ejercicio de paciencia. Observar y
esperar como quien espera una noche de lluvia, en la calle, que llegue su
pareja sin paraguas y sin un taxi asomando en el horizonte. Así, como esperan los segundos
entrenadores su oportunidad de brillar, la llegada de un elogio, un pequeño
reconocimiento que les saque de su sombra. Aguardando y conservando la
calma se es capaz de que llegue quien necesitamos que termine llegando, quien
nos resguarde con su paraguas. Y con ello, formar parejas cargadas de física y
química como Mourinho y Karanka, Del Bosque y Toni
Grande, Valdano y el bigote de Cappa o Rijkaard y el
bonachón de Ten Cate.
Son esas personas solitarias, las
que pasan por los días como de incógnito, sin querer levantar sospechas, las
que más llaman mi atención. Espero, que en la boda, me lo pongan fácil yo ya he
lanzado mi propuesta a los novios. Me gustaría que en el baño de las mujeres
hubiese una foto de los solteros que asistimos con nuestro nombre y teléfono
debajo, lo mismo en el de los hombres. Es necesario que, entre tanta alegría,
se ponga cara a los culpables de su soledad y pueda justificarse, sin tener que
esforzarme en dar explicaciones, mi mal aspecto.
Unionistas: Mario, Zubiri, Cavafe, Góngora, Gallego, Pedro López, José Ángel, Javi Navas (Diego González 85´), Álvaro Romero, De la Nava (Garrido 70´) y Guille Andrés (Portilla 77´)
Goles: 1-0 Guille Andrés (min. 16) 2-0 Góngora (p. min.40) 3-0 Cavafe (min.57) 4-0 Diego González (min.87)
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