Pontevedra CF 1 – 1 Unionistas de Salamanca
Cuando las cosas son fáciles hay a quien le da por complicarse la
vida. Las opciones para enredarte en la estupidez son muchas, depende del
momento, y las excusas son golosinas para los oídos. He escuchado a un empresario
runner que corre un maratón diario porque lo peor que hay en la vida es no
tener metas que alcanzar. Un profesional del mundo digital que gestiona grandes
cuentas, recién llegado de una expedición antártica, sosteniendo en un congreso
ante un auditorio repleto que el éxito no está en el dinero sino en el alma.
He de reconocer que, dentro de mis posibilidades, he buscado
y explorado alternativas para que la vida se me hiciese cuesta arriba. Tuve una
novia, Estela, un encanto, castaña, ojos claros, siempre con una sonrisa dispuesta
y una palabra acertada para disiparte cualquier temor. En definitiva, la novia
perfecta. Con todo, llegó un momento que estaba deseando que me dejara. Solo para
experimentar un poco de sufrimiento. Recurría a toda clase de tretas para provocarla.
Intentaba que me viese flirteando con otras chicas en los pasillos del
instituto, podía ir al kiosco a comprar y jamás tenía el detalle de comprarle
una piruleta con forma de corazón, me sacaba un pitillo y no le ofrecía… En
fin, toda clase de afrentas que me pasaba horas maquinando para que terminase dejándome
no por lo que hacía sino, simplemente, porque era gilipollas.
Con quince años era gilipollas, pero no era esto lo peor, lo más preocupante era que no lo sabía. Por suerte, puedo decir que no era el único, por la calle y, especialmente, a mi lado me reconfortaba comprobar que tenía cerca a otros muchos deseosos de complicarse solitos la vida. Debo reconocer que se pasa, se trata de una etapa que hay que quemar. Como el salir por salir de noche. El problema es querer quemar esta etapa a una edad que no corresponde. Es lo que me parece que les sucede a estas personas acomodadas económicamente, que están planteándose desafíos con los que llenar su vida. Dejaron pasar la oportunidad de complicarse la vida en su juventud, clasificados como estaban de forma directa al éxito en la vida sin tener que jugar fase previa, y optan por hacerlo en la madurez.
Todos tenemos el derecho a ser libres de elegir decide la forma en la que queremos complicarnos la vida, sin embargo, lo importante es acertar con el momento. Saber dominar el tempo del partido de tu vida para darle cancha en cada momento a la osadía, cuándo esconder la bola, el minuto preciso para morder la yugular del rival, la situación adecuada para intentar un regate imposible… Lo que más me gustó del partido de ayer de Unionistas en Pontevedra y lo que llevo viendo hasta ahora, es precisamente que domina esta virtud. La capacidad para elegir la actitud adecuada para cada momento de partido. Saber defender cuando toca, tener capacidad para salir a la contra cuando así lo pide, proponer cuando así lo demanda el partido y saber devolver los golpes.
Me gusta ver en el campo que el equipo de Hernán Pérez tiene un plan. Ver a
los jugadores sabiendo que, en partidos como el de ayer, como en la mayoría a
disputar en la temporada, se parte de una situación de desventaja por lo que no
puede, bajo ningún motivo, caer en la complacencia y toca exprimir al máximo el
deseo de complicarse la vida de los rivales. Me gusta que, teniendo motivos, no
se haya caído en la excusa del penalti dudoso para ahondar en el victimismo
inmaduro propio de un adolescente consentido. Me encanta, como Aníbal,
comprobar que, hasta el momento, los planes van saliendo bien.
Unionistas de Salamanca: Serna, Mario Gómez, Jon Rojo, Marín, Ramiro, Pepe Carmona (Lamadrid min.62), De la Nava, Aythami (Héctor Nespral min 62), Acosta (Miki min.73) , Álex Rey (Benjamín Garay min 76) y Josué (Gallego min.73).
Goles: 0-1 Pepe Carmona (min.32) ; 1-1 Charles p.
(min.75)