Unionistas de Salamanca 2 - 0 S.D. Compostela
Llevamos meses con dificultades para vernos reflejados en
las pupilas de los demás. Hemos perdido espacios y lugares de encuentro para
que brote esta magia. Un instante fugaz capaz de transformarlo todo. La magia
ahora se aleja, las oportunidades para que surja son escasas pero, con todo,
por muchas restricciones a la movilidad que tengamos que afrontar y recomendaciones
de distancia de seguridad veo que, con todo, no evitamos salir, a propósito
cada mañana, a buscar más momentos así.
Hay muchos momentos en los que la magia surge. Para mí, uno
de los más especiales, es la mirada de tu compañero en la grada celebrando el gol
de tu equipo. Viendo las gradas del Reina Sofía vacías en el partido, sólo
hacía que pensar el lugar que elegiremos para seguir los partidos y dejarnos
arrastrar por la melodía del gol saliendo de nuestras gargantas. No hemos
estado hoy en el estadio pero, desde nuestras casas, hemos vuelto a sentir la euforia
que llevaba siete meses contenida con el gol de Jon Rojo.
Ver la pelota en el fondo de la red nos hace buscarnos en la
mirada. Lo hacemos cuando encajamos un gol tratando de buscar al culpable.
Podemos no decir nada aunque nuestros ojos son incapaces de ocultar el
reproche. Me sucedía en el campo, donde era incapaz de responsabilizarme cuando
nos marcaban un gol ya fuese por un fallo en mi marca, un pase equivocado o una
desatención flagrante. Nunca fui un buen compañero de equipo porque sólo era
capaz de atender a los errores de los demás y era incapaz de felicitar sus méritos.
Fue un mal vicio que mantuve muchos años en mi adolescencia jugando siempre en
equipos instalados en el farolillo rojo y que recibíamos un buen zarandeo a la autoestima cada fin de semana.
Pasado el tiempo y, ya una vez adulto, te das cuenta que la
vida no se construye mirando a los demás, sino que uno debe aprender a
mirarse. Ponerse delante del espejo, sin filtros y a cara descubierta.
Reconozco que, en muchas ocasiones, no he sido capaz de sostenerme la mirada. Ahora
intento contarme todas las verdades cuando me paro delante. Hoy, por ejemplo,
he revisado y me he reprochado los cigarros que me he fumado estos meses sin atender
a las distancias, los abrazos que he dado de forma equivocada y las
conversaciones sin mascarilla. Intento mejorar pero seguirá habiendo momentos
en los que mirarme me duela.
Viendo el partido, reconozco que he echado de menos no sólo a mis
compañeros de grada, sino a jugadores que antes estaban y de los que sólo queda
ahora su ausencia. Todos hemos perdido en estos meses, algo se ha roto en
nosotros aunque no le hayamos puesto aún las palabras adecuadas. Sí, hemos perdido
mucho estos meses pero hoy hemos ganado. Hemos ganado al recuperar una parte que
creíamos perdida. Hemos vuelto esta tarde a reconocernos. Ha regresado una
parte de nuestra identidad perdida. La magia de nuestras miradas está de vuelta
porque esta tarde, ante el Compostela, nos hemos vuelto a ver humildes,
batalladores, comprometidos, entregados. Ahora sí, podemos decir que nosotros,
hemos vuelto.
Unionistas de Salamanca: Serna, Mario Gómez, Marín, Rojo, Ramiro, Alex Rey (Lamadrid min. 75), Acosta, De la Nava (Nespral min.66), Aythami (Gallego min. 75), Josué (Manu Viana min.46) y Carmona (min.60).
Goles: 1-0 Jon Rojo (min 37); 2-0 De la Nava (min. 61)