Unionistas de Salamanca 0 - 1 RC Deportivo de la Coruña
Ver a un histórico del fútbol español jugando en segunda
B es como encontrarte un famoso tomándose unos litros en el garito que
frecuentas. Lo ves ahí, acomodado en la barra, compartiendo el vaso con el
resto de la cuadrilla, despojado de todo glamour tarareando a Platero y tú y, con todo, te mueres de
envidia de su pasado. Lo mismo que sucede cuando algún amigo vuelve de visita a
la ciudad siendo el centro de atención durante toda la noche. Alguien a quien no
puedes dejar de mirar y escuchar encantado cada una de las anécdotas que te
cuenta y que, cuando las recuerdes a la mañana siguiente, te parecerán igual de
peregrinas que las tuyas.
Las visita de este Superdepor de bajos vuelos me ha
recordado al Suizo. El Suizo era un chico guapo a rabiar, de ojos claros,
muy educado, con porte de galán de serie adolescente y dueño de un sentido del humor
que gustaba a todo el mundo. Con su ropita de marca y sus zapatillas último
modelo era la encarnación salmantina de un protagonista de Sensación de Vivir
que traía locas a las chicas. Lo que envidiábamos todos a este tipo cada vez
que íbamos al estadio a ver a la Unión Deportiva Salamanca cada domingo. Le
recuerdo, en una visita del Depor la noche de un sábado desapacible en la que Bebeto
desafió a la grada del fondo sur y las candidatas a Miss España dieron la vuelta al campo en un espectáculo propio del peor programa de la televisión. Al volver a casa bajo la lluvia y con cinco goles en contra en el zurrón, mientras
todos teníamos el aspecto de perros apaleados, el seguía luciendo como una
estrella de cine acompañado de dos chicas que le habían estado esperando fuera
hasta acabar el partido.
Suizo no parecía una persona real. Un tipo ejemplar, alguien
en el que cualquier adulto confiaría su dinero y a sus hijas. Un hombre que
daba la sensación de que, sólo por el hecho de estar a su lado, nada malo podía
pasarte. Era un año mayor que nosotros por lo que, acabado el instituto, se
marchó fuera a estudiar y, al poco, comenzó a trabajar en una importante
empresa. Sus visitas se fueron espaciando cada vez más y, ahora, apenas viene
los días señalados del calendario. Sin embargo, ahora poco queda de ese lustre
juvenil más allá de las aventuras que recordamos cada vez que nos juntamos. Le
ves comido por las entradas, el caminar pesado que acentúa una chepa incipiente,
los ojos sin brillo y te apena. Te apena porque te gustaría que le siguiese
yendo bien porque sus logros los consideras como propios y, sin embargo,
mirándole descubres que una vida son muchas vidas. Está la que, como los días, primero
soñamos, la que vivimos y la que recordamos y que, cuanto menos tiempo te ocupe
la última más preparado vas a estar para afrontar lo que venga.
Viendo a Unionistas en el partido de ayer me he acordado de
esta idea, sabiendo que su historia es breve, el único camino que tiene es ser
capaz de sobrevivir en el presente para seguir manteniendo viva la llama de su
futuro. Lo dice su lema ad astra per aspera y sobre él debe
construirse. De la misma forma que ha demostrado durante los noventa
minutos remando en contra ante los coruñeses, albergando siempre la esperanza, fundada en el trabajo implacable de esta magnífica pareja de centrales como Mario Gómez y Ramiro, el esfuerzo constante de un Aythami que busca cada balón y
el compromiso del capitán De la Nava, de que por mucho lustre, brillo y glamour que puedan tener sus
rivales en el palmarés, el escudo o en la plantilla, desde la dedicación
diaria se está cerca de lo que persigue. Hay que seguir adelante, dar otro
paso y sostenerse sobre la pasión en lo que se hace que, por mucho que pase el
tiempo, es lo único que no se deteriora.
Unionistas de Salamanca: Serna, Marón, Mario Gómez, Ramiro, Jon Rojo, Josué Medina (Diego Hernández min.65), De la Nava, Carmona (Javi Navas min.65) (Acosta min.80), Lama (Nespral min.80), Álex Rey y Miki (Aythami min.55).
Goles: 0-1 Héctor Hernández min.1