Una gran empresa, una escuelas, un hospital suele estar formado por una gran estructura que alberga no solo personas, sino protocolos de acción y relación, amplios recursos tecnológicos y, sobre todo, personas. Sin embargo, pese a todos estos recursos tendemos a ver muchos ejemplos de ineficiencia, en los que los resultados están lejos de ser los deseables ni, tan siquiera, los esperados. La consecución de un logro está en la capacidad de crear acciones eficaces, es decir, generar la sensación de logro en los participantes en el proyecto con pequeñas metas que se van alcanzando y, por la capacidad de mantener a la gente contenta por formar parte de una aventura compartida.
El caso del Fútbol Club Barcelona, vemos que se trata de una organización en la que, uno de sus puntos clave, las relaciones que los integrantes de la estructura mantienen entre sí no es la mejor. Hemos visto una directiva que biocotea el vestuario, unos jugadores que se vetan entre sí como ocurre con un Messi que no quiere seguir en el equipo y otros jugadores como Griezzman con los que no hay relación, un Dembelé que va a lo suyo, Umtiti que ni está ni se le espera y, a los mandos, un Ronald Koeman al que apenas se toman en serio ya que es visto como una figura provisional, un entrenador consorte, un entrenador regente. Estas situaciones hacen que el equipo blaugrana no termine de funcionar.
Cuando en una organización las relaciones internas o externas comienzan a estar contaminadas los protocolos de actuación dejan de cumplirse, la eficacia será menor, el cumplimiento de los acuerdos se relaja, la relación con los compañeros se deteriora y, consecuentemente, también ese deterioro afectará las relaciones de la organización con el entorno. Se pierde la capacidad de conectar, de sumar energías al proyecto común y se deja de tener en perspectiva la búsqueda del bien común que pasa a ser sustituida por la persecución del beneficio individual.
Toda organización debe apostar por la construcción de relaciones sociales poderosas entre sus integrantes. Evitando conceptualizar cómo relación poderosa aquella basada en el ejercicio del control y en detentar el poder sobre los otros. Una relación enérgica es la que se centra en la capacidad de poder hacer y poder transformar. Las relaciones de este tipo se relacionas con la libertad de acción, con la posibilidad de disfrutar de espacios en los que uno puede sentirse él mismo y hacer que quienes están a su lado convivan de una forma más fluida. En definitiva, se trata de ser conscientes de que jugando solos siempre se perderá ante un equipo.
Un problema al que hacer frente en una organización es la invisibilidad. Es probable que haya personas que les gusta ser invisibles y vivir en el anonimato pero esto no debe convertirse en sinónimo de falta de valía o competencia. Un ejemplo de invisibilidad lo encontramos en las ciudades, en ellas hay barrios que parece que nunca han estado. Pero éste no es el único escenario en el que la invisibilidad de produce. En muchas aulas de nuestros colegios hay niños invisibles. Hay enfermedades invisibles.
Lo invisible es la consecuencia de nuestra falta de reconocimiento. Cuando no reconocemos a alguien, sus acciones, sus palabras, lo que logramos es que esta persona, progresivamente, se vuelva invisible. Las relaciones son un juego de percepciones y visibilidad, aunque hemos de ser conscientes de que no por tener una relación invisible no quiere decir que no nos influya. En el Fútbol Club Barcelona los focos, en las últimas temporadas, siempre se dirigen a un solo jugador. Todos los medios y las miradas se dirigen a Messi. Este exceso de atención de los agentes externos como son los medios como a nivel interno pues, independientemente del miembro del club se le pregunte, la figura de Messi acaba apareciendo en la conversación, termina por trasladar la sensación se que las aportaciones del resto de jugadores carece de importancia, que son prescindibles e incluso innecesarias.
El problema es que los jugadores del Barcelona se han dejado arrastrar por esta invisibilidad. Teniendo poco peso en los medios la valoración que ellos mismos hacen de sus esfuerzos en pos del equipo se tornan más negativas, disminuye su valor percibido. Hace unos años, mientras Guardiola o Luis Enrique lideraban y gestionaban el equipo, una gran parte de su tarea consistía, en las apariciones en los medios, dar valor y reconocimiento público a todos sus jugadores evitando que la atención se cerrase en uno solo.
Así, era frecuente que los halagos a sus futbolistas fueran públicos y frecuentes. Reconocimiento al papel que desempeñaban actores secundarios como ocurría con Eusebio Sacristán en el Dream Team de Cruyff o más recientemente con Pedro, Keita, Abidal, Mascherano, Sylvinho, Rakitic… provocaba un sentimiento de unidad e integridad de todos los miembros de la organización. Hoy, ese sentimiento de unidad reconocimiento y fortaleza de las relaciones se ha perdido y tiene su reflejo en los resultados alcanzados por el equipo en los últimos tiempos.
Hay que esforzarse para que nos vean y para equilibrar muestras demandas y ofertas de ayuda, afecto, comprensión, solidaridad… Hay que cumplir los acuerdos, reconocer al otro, escucharlo. Reconocer al otro es importante porque se basa en el hecho de acreditar que el otro es otro tan legítimo como lo soy yo, aún siendo distinto de mí.
No olvidemos que el reconocimiento es una de los actos de relación más complejos y necesarios que existen. Para que éste se dé la primera condición es ver al otro, la segunda es aceptar su diferencia, la tercera es ser capaces de identificar dónde están sus fortalezas y, por último, saber establecer unos límites. Saber respetar la diferencia es saber respetarse a uno mismo.