Celta de Vigo B 1 - 1 Unionistas de Salamanca
A la edad en que Freddy Adu marcaba su primer gol como
profesional yo me afeitaba por primera vez la pelusa del bigote. Tenía catorce
años, una hoja de Filomatic, brocha y jabón de afeitar La Toja. Un
compendio de clásicos para culminar, acompañado de un poquito de loción aftershave Brummel,
convertido en un galán dispuesto a dar su primer beso en la boca esa misma
tarde, si todo salía bien, en la sesión de estreno de Jumanji. Nada podía salir
mal o, visto en perspectiva, nada podía salir peor con la empanada mental de la que alimentaba mis ilusiones.
Con catorce años lo más normal es que vayas donde vayas
hagas el ridículo me dijo mi madre cuando le dije que había quedado por primera vez con una chica. Yo a mi primera cita fui con vaqueros blancos, camisa amarilla,
calzando unos naúticos y sin calcetines. Un Palomo Linares en miniatura perdido
en la Armuña. Con esas trazas conseguí todo lo que me propuse en mi
primera cita. Dos besos fugaces, una erección incontenible, pasearme con las manos
en el bolsillo trasero de su pantalón y, lo peor de todo, un proyecto de vida
en común instalado en la cabeza que no sabes de dónde había salido pero con el
que estaba encantado. Por suerte, uno con catorce años, como ya he dicho más
veces, es gilipollas y se trata de pasar el trago lo antes posible con los
menores daños posibles, tal y como le ha pasado a Unionistas en Vigo, ha pasado el trago con un susto,
Con catorce años lo normal es que hagas el panoli con una
chica, con el tiempo se trata de ir refinando para que, al menos, no quedes al
descubierto en la primera cita. Recuerdo que en mi primera cita con Marta fuimos
a cenar a un Gastrobar. Mi intención era parecer un tipo interesante y refinado
pero el paleto que llevo dentro tomó rápido el poder y, a la hora de
seleccionar los productos de una carta de los más sofisticada, me decanté por
unos terrenales huevos rotos y cuatro croquetas. Lo bueno es que aún seguimos
juntos porque rápidamente se dio cuenta que no podía esperar nada destacable de
mi, que el hecho de saber combinar los colores a la hora de vestirme y no ir
con un moco asomando de la nariz podía ser suficiente. Nunca podré estarle lo
suficientemente agradecido.
El mayor error que puedes cometer es destacar por algo bueno
siendo adolescente. De eso no se dio cuenta Freddy Adu que en vez de hacer el
ridículo en una primera cita, estaba con catorce años marcando goles en la
Major League Soccer y rodando anuncios con Pelé. Normal que, con ese punto de
partida, tuviese imposible mantener el listón y cualquier cosa que hiciese a
continuación le encamine directamente a la casilla del fracaso. Da igual que hayas
participado en torneos internacionales, jugado en diferentes ligas y conocido
numerosos países. Da igual, hagas lo que hagas será un fracaso casi peor que
ser un macarra en el instituto, buscando bronca, atemorizado a los débiles,
atosigando a las chicas guapas y acabar como funcionario, en vez de ser
narcotraficante o manejando alguna red de extorsión en los bajos fondos.
Viendo el partido de hoy frente al filial del Celta de Vigo,
observo a esos chavales y creo que lo mejor que pueden hacer es no sobresalir
en exceso. No hay nada más peligroso que ser un destacado del filial para
luego, si tienes la oportunidad de llegar al primer equipo, no poder demostrar
nada y volver para ser suplente como les ha pasado a los chavales Carreira, Rodríguez y Gabri. Puedes hincharte a marcar goles o ser diferencial en el filial pero si, no logras hacerlo a
las primeras de cambio en el primer nivel date por sentenciado. Algo así le
pasó a Pablo Couñago. Sí, aquel delantero que fue bota de oro en el mundial sub
20 de Nigeria que ganó España con Xavi a los mandos junto a Barkero y Orbáiz e
Iñaki Saéz en el banquillo. El bueno de Pablo, sale pichichi de la competición
y, de vuelta a España, todos esperan que sea el Batistuta gallego. Y no es así
pero el chaval rueda por el mundo haciendo su carrera. Le preguntas a los de tu
generación y ni se acuerdan de él y, quien lo hace, dice que vaya bluf de
delantero.
El partido se puede resumir como un domingo. Cuesta empezarlo porque estás a gusto en la cama, has abierto el ojo dispuesto a racanear al máximo los esfuerzos y evadir cualquier tipo de responsabilidad. Es una día para estar distraído. Y en esas andas cuando, de repente, te asalta la prisa porque te das cuenta de algo importante. Es poco más de la una y es el cumpleaños de tu madre que te espera para comer y tú sin regalo ni tarta; la misma sensación que han debido de tener los jugadores al encajar el gol. Y así, apresurado, con toda la energía que habías ahorrado, te lanzas con todo a por un regalo de urgencia. Buscas con apremio una solución. Te saltas semáforos unas veces, otras te dan con la puerta en las narices hasta que, en el último minuto, entras en una pastelería que le queda una tarta de queso con arándonos y, además, vende rosas sueltas perfectamente envueltas para desesperados. Así hemos arañado hoy un punto, como mantenemos el amor de las personas que nos quieren. Por los pelos. Con esta actitud de panolis y domingueros que se ha visto durante una hora en Barreiro, de repetirse, no nos dará para esperar mucho en el futuro.
Unionistas de Salamanca: Miguel Serna, Mario Gómez, Ramiro Mayor, Marín, Jon Rojo, Josué Medina (Manu Viana min.60), Álex Rey (Héctor Nespral min.60), Luis Acosta (Miki Muñoz min.85), Pepe Carmona (Diego Hernández min.71), De la Nava y Aythami.
Goles: 1-0 Alberto Solís (min.49) 1-1 Diego Hernández (min.90)