Vienen días de duro calor a la meseta y, sin pueblo al que
acudir ni urbanización a la que aspirar, Marta, Jimena y un servidor, para
hacerle frente, vamos a recurrir a duchas frías, helados de etileno y a exigirle
al ventilador la máxima potencia. Bajaremos las persianas, viviremos en penumbra,
saldremos a la calle lo imprescindible, pasaremos el día en chichas hasta
quedar pegados al sofá y exprimiremos cada garrafa de agua. Pasaremos los días
en casa, refugiados, pero seguros gracias a la compañía de los gritos de mi
vecino que estará en su continua guerra virtual, abatiendo enemigos y derrocando
su proyecto de vida.
Si hay algo que me gusta de Marta es que cuando detecta que
voy a ducharme me corea “’A la ducha, a la ducha, a la ducha por…”. Con esta
banda sonora camino por el pasillo como Pablo Alfaro, Marchena o Fernando Hierro,
infranqueable, orgulloso pese al castigo y el oprobio público. No hay nada
mejor que una ducha merecida.
Está de moda ente el star system no ducharse. Como lo
oyes y yo, que soy muy de dejarme llevar por los influencer de turno, ya
estoy vendiendo el discurso en casa. Primero he tirado de racionalidad diciendo
lo bueno que es para el medio ambiente y la economía doméstica porque reduciré
el consumo de agua. Segundo, apelando a la salud, afirmando que así refuerzo mi
sistema inmune al estar más preparado para combatir enfermedades. Por último,
afirmando que de niño no me duchaba todos los días y que aquí estoy
completamente sano, así que de ahora en adelante sólo me ducharé si mi hedor se
me vuelve insoportable y que, para garantizar una convivencia adecuada, me limpiaré
con una toallita húmeda cada mañana las axilas y la entrepierna. He acabado el
discurso, sin recibir respuesta en contra.
Me he sentido tras mi alegato como buen central sosteniendo,
contra viento y marea, lo injusta e inexplicable de una expulsión clamorosa a la
vista de todos. Suerte que comparto mi vida con mi propio Iturralde González a quien,
con su mirada reprobatoria, le basta con levantar la mano y tararear esa
irresistible melodía de “a la ducha” para quitarme la tontería y el calor.