El mejor futbolista del mundo lleva cuarenta días en paro,
sin contrato, disfrutando de sus vacaciones retribuidas y no disfrutadas. Tranquilo.
Surcando el Mediterráneo en yate y se encuentra, al poner pie en tierra, con
que la caja fuerte del Fútbol Club Barcelona está vacía. Quién ha saqueado la
caja se sabe, unos miran a la directiva y, en el vestuario, seguro que se miran
unos a otros como en una novela de Agatha Christie.
Está el mejor futbolista del mundo viviendo la precariedad
laboral. El argentino habiendo aceptado bajarse el sueldo se encuentra con la
realidad de muchos trabajadores en España. Aficionados esclavistas afirman que
si tanto le gusta el fútbol y tan fuerte es su amor por el Barcelona, trabaje
gratis o que cobre lo mínimo. Que lo que pasa es que Messi no quiere trabajar,
que se está muy bien chupando del bote.
El mejor jugador del mundo está sin empleo. La empresa para
la que iba a trabajar está sin blanca y culpan a los demás por tener que obligarles a
cumplir las normas. Se piensa la directiva de Laporta que el Barcelona es un
banco y anda pidiendo un rescate, una flexibilización de las normas, que sólo han
de ser de obligado cumplimiento para los demás, el los azulgrana son la elite y
que sus normas son otras, las suyas.
El mejor jugador del mundo está desempleado. Muchos lo están
y se les culpabiliza por ello. Aparecen noticias, se escucha en los mentideros
e incluso rajan de ello los funcionarios de los Servicios Públicos de Empleo
que hay mucha gente que no quiere trabajar. Dicen que hay miles de puestos en
hostelería y en construcción que no se cubren. Afirman entre bocado y bocado a
su montadito de media mañana que la gente está muy acomodada. Vividores
malacostumbrados a vivir de las prestaciones y subsidios, rechazando ofertas de
empleo bien dignas de once horas diarias y un salario de poco más de mil euros.
Los desempleados de este país parecen futbolistas ha dicho a
modo de despedida el funcionario con el que coincido cada mañana en la cafetería,
mientras doblaba el Marca y esperaba la vuelta de su segundo desayuno. Todos los
allí presente le hemos mirado como debe haber mirado Messi a Laporta. Como
quien se sabe muy capaz en lo suyo y que, nuevamente, se encuentra a un empresario
embaucador que sólo te ofrece promesas que no va a cumplir.