Estoy enamorado de los conspiranoicos casi tanto como lo
estoy de mi mismo. El problema es que me cuesta un mundo reconocerlos. Camino
por la calle escrutando los rostros de toda persona con quien me cruzo. Afino
el oído para captar retazos de conversaciones que les descubran. Busco, busco y
busco, sin resultados.
Para cuando pueda reconocerlas y que me reconozcan como uno
de ellos he estudiado a fondo en estos meses de baja por paternidad. He
investigado a fondo cada uno de sus enunciados de las diferentes teorías tanto
de las más actuales relacionadas con el COVID y las vacunas, como los
enunciados del terraplanismo y las elucubraciones acerca del lugar donde
está escondido Hitler. La conclusión a la que he llegado es que no se necesita
que todo el mundo crea en una idea por muy estrafalaria que parezca de inicio.
Basta con que seamos suficientes.
Ahora estoy inmerso en destapar la conspiración de Florentino Pérez para conseguir que Leo Messi se haya marchado del Barcelona. Estoy avanzando a pasos agigantados en esta idea. Tengo otras un poco encasilladas que me está costando hacerlas circular en otros temas pero la actualidad en Twitter es siempre la que manda. Las teorías de la conspiración funcionan como el mercado de fichajes. Uno lanza una idea, sin mucho fundamento pero de forma apasionada, convencido de lo que dice aunque no tenga el menor sentido basándose en un detalle menor, carente de significado y ya prende la mecha.
Probar tus propias teoría conspirativas en el universo fútbol te ofrece dos resultados posibles: te tomarán por loco o serás
contratado en el “El Chiringuito”. Por ejemplo, en lo que va de verano hemos
disfrutado a diario de guiños que ha hecho Mbappe al Real Madrid para su
fichaje: el último ha sido que el francés ha llegado a comprar papel higiénico
sin dibujos en un claro gesto de cuál es su deseo. En la capital del Tormes, con la llegada al banquillo de Alves y el desembarco de jugadores portugueses que trajo consigo al amparo de la ley Bosman, recelosos como somos del país vecino muchos especulamos con que eso iba a suponer el final del club.
Uno puede buscar mil formas de ser único en Salamanca. Una
manera de conseguirlo es teniendo un talento descomunal para alguna disciplina
valorada socialmente como tocar el piano, cantar afinando en cada nota o
responder sin fallos a las preguntas del Trivial. Otros pueden singularizarse
por su outfit y su karaoke como el taxista Cabrera y ser únicos. Sin
embargo, los vulgares y corrientes, entre los que me encuentro, solemos ser
poco talentosos y muy cobardes. Los que somos como yo ,de perfil medio tonto,
solo encontramos, como justificación al éxito que se nos niega, el refugio de la
rumorología y de la especulación, pero, sobre todo, en la rotunda afirmación de
que si no hemos triunfado en la vida es por tener como único defecto la
capacidad de hablar claro.
Empieza la liga y quedan quince días de mercado de fichajes.
Dos semanas enteras en las que poder seguir disfrutando de los diarios deportivos
en los que, escondido tras sus páginas, seguiré observando, desde mi banco de
Los Cipreses, para destapar lo que esconden mis
semejantes.