Unionistas de Salamanca 2 - 1 Deportivo de la Coruña
No consigo sacarme la canción de Kevin Johansen de la cabeza.
Se ha convertido en la banda sonora de mi vida en la última semana. Porque
sí, porque es bonito soñar y, sobre todo, hacerlo con los ojos abiertos.
Siempre he sido muy de soñar despierto, ahora lo llaman, visualización. De
niño, la noche antes del partido, ya a oscuras y arropado por mi Reig Martí, tardaba
en quedarme dormido viendo mis regates rumbosos, disfrutando de mis quirúrgicos
pases al hueco y de mis celebraciones de parkour con los aficionados. En la
mañana todo resultaba tan lejano que, cuando saltaba al campo, aún seguía aturdido
de la bofetada de realidad de comprobar que has perdido tus superpoderes.
Desde que dejé de jugar al fútbol he perdido capacidad
onírica y he ganado en pragmatismo. Ahora que no sueño con actuaciones estelares
en el terreno de juego vivo más tranquilo. Tengo mis rutinas, pequeñas cosas,
que me alimentan el espíritu igual que podría haberlo hecho un gol en el último
minuto: sacar la comida del congelador por la noche, mi café con tortilla a
mitad de mañana, el paseo familiar por la tarde, consultar cada mes mi vida
laboral para saber lo que llevo y lo que me resta de condena y, sobre todo,
llegar pronto a los sitios.
De un tiempo a esta parte gasto mucha energía calculando
la antelación con la que debo llegar a una cita. Si soñaba de chaval con un
optimismo desbordante para el cálculo soy un pesimista militante. No es solo
cosa mía porque mis quintos no discutía tan apasionadamente como lo hicimos el
sábado para fijar la hora de quedada para acudir al Reina Sofía. Cada uno
expuso sus argumentos y defendió su postura de forma apasionada, mostró pruebas
en forma de noticias acerca de la afluencia prevista, se valoraron las
diferentes rutas de llegada, se seleccionó el vehículo adecuado, el lugar en
que acomodarnos en la grada y, finalmente se fijó una hora. El domingo por la
mañana quince minutos antes de la hora fijada ya estábamos todos con el café
del tiempo servido, el pincho sin calentar en la barra y la almohadilla en la
mano ansiosos mirando compulsivamente el reloj.
Estar en el lugar correcto en el momento indicado.
Rayco, Espina y Salinas descubrieron pronto ante el Deportivo que la banda izquierda
durante toda la primera parte era el
sitio bueno de la fiesta del fútbol que fue el partido. Con las gradas a
reventar y entre el colorido de la afición blanquiazul entre los tres se dieron
un homenaje. Se movieron seguros y divertidos por esa zona como quien se dirige
a pedir otra ronda en una barra libre. Me recordaron esos primeros cuarenta y cinco
minutos, mientras los tres sabían que les salía todo, a las noches de años
atrás pasadas en el futbolín del Paniagua donde no paraban de pasar rivales
nuevos enfrente y no había quien te sacara de allí. Qué podía salir mal en
momentos así. Nada.
Voló el tiempo en la primera parte y en la segunda le
costaba avanzar. No sé cuántas veces consultamos el reloj esperando el fin del
partido, primero, por disfrutar de la victoria y, segundo, por llegar a tiempo de
saborear la chanfaina. Finalizado el partido, celebrando la victoria, caí en la
cuenta que aunque aún no hemos encontrado nuestro sitio en la grada, cada día
nos hemos puesto en un una, desde cada una de ellas, el equipo tiene muy buena
pinta. Ahora solo espero, que cuando despertemos del sueño de ser líderes, el
bofetón no deje al equipo tan aturdido y siga, afición, directiva, cuerpo
técnico y jugadores confiando en el superpoder del trabajo diario.
Unionistas de Salamanca: Salva, Marín, Ramiro,
Salinas, Fer Román, Nespral (Mandi Sosa min.70) , Acosta, Íñigo Muñoz (Manu Sánchez
min.88) , Rayco (Borja Herrera min.70), De la Nava (De Miguel min.80) y Espina (Pitu Doncel min.70).
Goles: 0-1 Quiles min.14, 1-1 Salinas min.22, 2-1 Espina
min.31