Unionistas de Salamanca 0 - 1 Elche C.F
Mi casa cada vez se parece más a un monasterio. Vivimos como una congregación de monjes cartujanos evitando conversaciones innecesarias para no alterar los sueños fugaces de Jimena. Buscamos el silencio pero no lo conseguimos porque siempre acaba por surgir un ruido inesperado. Un timbrazo inoportuno, el inicio de la conversación al pie de la ventana, el crujido del esqueleto del edificio… Buscamos instalar el silencio en una casa, viniendo los dos de familia numerosa, cuando siempre nos ha sido esquivo.
De niño albergaba muchas fantasías, me lo creía todo, era un
crédulo militante. No te digo más que fui el último de los niños de mi colegio
que mantuvo viva la ilusión de los reyes magos hasta alcanzar el bachillerato. Pero
a lo que voy, a lo importante, la noche del miércoles, en el Reina Sofía, viví
la experiencia, rodeado de cuatro mil personas que me llevó a pasar muchas
noches en vela y que me ha empujado a recorrer de un lugar a otro los senderos
de Las Batuecas.
Hay una leyenda, que aún siendo adulto, me ha acompañado
hasta hoy. Me la contó mi abuelo Severo al calor del brasero, arropados por las
faldillas, una tarde poco después de que mi abuela muriera. Me dijo que hay un
momento al día en el que el mundo entero, todas las personas de todos los
pueblos de todos los países, se queda en silencio al mismo tiempo. Me dijo que
sus noventa años de vida no lo había encontrado pero estaba convencido de que
existía. Me retó a dar con él y, desde entonces, he estado buscando.
Nunca imaginé que el silencio que he estado persiguiendo más
de treinta años estaba en un campo de fútbol, en un gol en propia puerta. En
una acción desafortunada en el descuento. Entre la niebla. Rodeado de miles de
personas que llevan noventa minutos animando a su equipo, de repente, apareció
el silencio que estuve buscando desde la infancia. Un par de segundos en los que no
se escuchó nada, en el que todos los presentes fuimos una respiración entrecortada.
Fuimos silencio.
Pasado ese momento de estupor, de vuelta al coche tras el
partido, pensaba en Fer Román, en Zubizarreta, en Spasic, en Ricardo Rocha, en Escobar,
en Karius… en todos aquellos que tuvieron que hacer frente a un accidente como
este en un día señalado. No hay MBA, ni coach que te prepare para un momento
así y te enseñe a enfrentarte a lo que viene por delante. Porque a partir de un
autogol el futbolista tiene que convivir con el odio de quienes no te perdonen
por ese error, mientras otros recurrirán a ese momento para ridiculizarte de por vida, pero
hay que salir adelante. Al abrir la puerta del coche pensaba en todos los
autogoles que me he marcado en mi vida: los solo es un cigarro tras llevar
meses sin fumar, el te quiero que nunca le dije a mi padre hasta que me clavé
frente a su lápida…
El silencio no está lejos. Está entre la niebla y en los goles en propia puerta.
Unionistas de Salamanca: Salva de la Cruz, Jorge Mier, Salinas, Ramiro Mayor, Fer Román, Acosta, Mandi Sosa (De Miguel min.89), Cris Montes (Iñigo Muñoz min.62), Pitu Doncel (Nespral min.77), Rayco y De la Nava (Espina min.62).
Goles: 0-1 Fer Román (p.p) min.93