Unionistas de Salamanca 1-2 Racing de Santander
El mes pasado hice una entrevista de trabajo y no me
seleccionaron. No debería tener mayor importancia pero, dedicándome a la
orientación laboral, me resulta complicado dar la cara ahora ante las personas
a las que intento ayudar desde mi puesto de trabajo para acceder a un empleo.
He revisado a fondo dónde pudo estar el error. No lo encuentro. Creo que me
quedé corto a la hora de presentar méritos para dar a conocer mis habilidades.
Ya me he puesto a rehacer mi currículum. Lo estoy poniendo muy
bonito. A dos columnas con una tipografía estilosa, una foto pinturera y las palabras
las estoy escogiendo con sumo gusto. He resumido mis quince años de vida
académica y otros quince de vida laboral en una página. La vida debe ser esto,
ir resumiendo hasta que, el día que te mueres, dejar tu vida reducida a una frase escrita en una lápida.
Aun siendo difícil, he encontrado un lugar para mis grandes méritos: ser propietario
de un club de fútbol como Unionistas de Salamanca y figurar en el
libro Guiness de los récords por haber formado parte de la conga más
grande del mundo.
Ayer también formé parte de uno. Fui uno de los más de 4.000
espectadores que vieron el partido frente al Racing de Santander. Puede
ser otro hito que puede serme útil en el futuro pero nada comparado con aquella
tarde de marzo en la que 40.000 personas nos lanzamos a la calle a bailar, por gusto, una conga infinita. Ir me supuso hacer pellas en el colegio, saltarme las clases de la tarde para, con
dos amigos, hacer una incursión hasta el centro de Salamanca parapetados con
nuestras mochilas Suntrack y dejarnos llevar por el entusiasmo que nos
provocaba El Juego de la Oca.
Disfruté la tarde como nunca. La sonrisa y la euforia me duraron
hasta el día siguiente que me vi en la portada de El Adelanto de camino
al colegio y la sombra de un castigo inminente en mi regreso a casa me estuvo acechando
toda la mañana. Mis peores augurios se acabaron cumpliendo. El castigo que me
impusieron mis padres no es nada comparable con lo que Daniel Jiménez en
su libro El Plagio sobre las consecuencias de ese mismo programa
de televisión en su familia, pero debo reconocer que me curtió las entrañas.
Lo peor de mi castigo no fue el quedarme sin poder salir por
la tarde a jugar al fútbol a la calle. Lo peor fue aguantar, una y otra vez,
las comparaciones con Valentín, mi vecino y compañero de clase, que no hizo
pellas ese día y que, hasta aquel momento, no se le conocía una sola mancha. Sacaba
buenas notas, era educado con los mayores, volvía a casa con la ropa impoluta después
de jugar el mismo partido que nosotros y, para colmo, ya sabía que debido a su
talento para los números y que tenía un ordenador en casa de qué se iba a ganar la
vida: informático.
Hay pocas cosas que me den tanto coraje como ver a un niño con talento.
Me pasó ayer viendo a Pablo Torre sobre el césped. Ver a un
imberbe con sus cualidades para el fútbol, que no se equivoca nunca, rodeado de tipos
que le doblan la edad y el físico, no se amedrenta ni permite que le quiten el balón, me
generaba la misma impotencia que los compañeros de trabajo que, el primer día,
ya hacen mejor que tú lo que llevas haciendo años. El joven racinguista no
tiene otra culpa que la de recordarme a mi vecino Valentín, al niño sabelotodo y repelente que
salía en Crónicas Marcianas, a Rayito el guitarrista y a un niño francés llamado Jordy del que
sonaban sus canciones en las disco light del Number One.
Ahora que soy padre vivo en la incertidumbre de si seré capaz
de reconocer algún talento especial en Jimena. Estoy al acecho de verla
haciendo algo, cualquier cosa, que me traslade la misma sensación que me dejó Carlos
Vela en su primer partido en el Helmántico, el derroche en cada partido del
barcelonista Gavi o el dominio de partido de Pablo Torre. Tengo muchos años
por delante para ver desarrollar muchos talentos en Jimena, sólo espero que
ella, al menos, sin necesidad de leer mi currículum vea algo en su padre que
merezca la pena.
Unionistas de Salamanca: Salva de la Cruz, Manu
Sánchez (Jorge Mier min.70), Salinas, Ramiro Mayor, Íñigo Piña, Acosta (Pitu
Doncel min.80), Nespral, Íñigo Muñoz (De la Nava min.60), Rayco (Souza min.80),
Cris Montes y De Miguel (Espina min.70).
Goles: 1-0 Cris Montes min.5, 1-1 Pablo Torre min.32,
1-2 Mantilla min.54.