He estado a punto de perder un trabajo que detesto. Lo reconozco. Sé que soy un antiguo y estoy fuera de onda, Trabajo única y exclusivamente por dinero. No soy de los que busca que realizarme en mi empresa, me conformo con que me permita a mí y a mi familia comer. No busco en esas ocho horas diarias encontrar el sentido de la vida. Espero poder encontrarlas y pondré más afán en las dieciséis restantes.
Está de moda ser auténtico, así como Gerard Piqué, dice Lipovetsky y esto es peligroso porque antepone al egoísta que llevamos dentro, el hacer lo que queremos descuidando lo que debemos hacer y empujando hacia la autocomplacencia. He aquí el pecado de Unionistas de Salamanca en este final de temporada: dejar de hacer lo que se debía. Trabajar en la continuidad de técnico y las piezas clave de la plantilla con un presupuesto escaso, estar desde ya planificando la estrategia a seguir de cara a sortear los obstáculos de la próxima temporada era la tarea que, desde febrero, debería estarse haciendo pero, anteponiendo el deseo de poder disputar un playoff se descuidó el deber de anticipar lo que está por venir: base de quienes sobrevivimos en una economía de subsistencia.
Unionistas nace con la idea de ser auténtico, no millonario.
De liderar una cruzada en un mundo hostil en el universo del fútbol. Ser, para el deporte rey lo que fue Voltaire para la sociedad francesa del siglo XVII. Conviene
recordarlo, tal y como me lo ha hecho Willam Ospina en el libro “El
año del verano que nunca llegó”. Recordando este episodio de la biografía del ilustre pensador
francés el equipo salmantino puede volver a tener presente su esencia.
El joven pensador francés, siendo ya un personaje conocido, tuvo
que hacer frente en su día a las injurias que un aristócrata, Guy Auguste de
Rohan, que trataba de ridiculizarle en público a lo que Voltaire le replicó que
él, como escritor, sería recordado por los siglos de los siglos mientras que él
nadie le recordaría Tocado en su orgullo por la respuesta, el aristócrata
encargó a unos lacayos que dieran una paliza el pensador francés al salir del
teatro. Este altercado, terminó con Voltaire pagando seis meses de cárcel, en
los que descubrió que el simple hijo de un notario, por muchas amistades
influyentes que tuviese, nada podía hacer frente a los actos injustos y
despiadados de la nobleza.
Nadie, en aquellos momentos, podía suponer lo que esta
injusticia acabaría suponiendo. La humillación sufrida espoleó a Voltaire, ya
que le permitió descubrir de primera mano el país en que vivía y la clase de
gente que le rodeaba. Un país en la que un buen escritor era maltratado, donde
la arbitrariedad a favor de una clase era la norma y en la que los convencionalismos
y el compadreo daba rienda suelta a cualquier humillación e injusticia que
partiera de las clases altas.
A partir de aquí Voltaire descubrió quién era y qué es lo
que había en él. Un aristócrata le había ofendido pero no cayó en el error de
la venganza individual. Su enemigo no era el señor Rohan, sino todo un mundo.
La lucha contra la injusticia fue, desde entonces, el motor de su obra y el
alimento de sus palabras. Sus libros sacaron del aturdimiento a toda una
sociedad, haciendo de la indignación una fuerza capaz de cambiar la historia y
hacer desaparecer a la aristocracia. De igual forma, Unionistas, como Voltaire,
nació y debe actuar, ya que por eso nació, sabiendo que el motor de su
autenticidad está actuar haciendo lo que debe: fútbol popular, y no movido por
la tentación momentánea e irreversible del fútbol negocio.