Unionistas ofrece una estructura de sentimiento, igual que Salamanca CF se la ofrece a los suyos. Ahora aparece una tercera reinterpretación, la de unos pocos que lo que buscan no son símbolos ni emociones compartidas alrededor de un hecho, sino perpetuar lo que consideran sus privilegios.
El lugar en el que se nace es de una importancia vital. Es allí donde se fundamenta la existencia y donde se concentra todo lo importante de la vida. Es en ese emplazamiento, delimitado por cuatro calles, en el que se concentra la familia, los amigos, los amores, los quehaceres de cada día y el espacio vital, donde uno se desarrolla personal, intelectual y biológicamente. Nacer en una zona humilde obliga a crecer deprisa.
En mi caso, hasta los catorce años las fronteras del mundo eran las de mi barrio: Garrido. Hasta esa edad no conocí otros lugares, no vi otros paisajes urbanos, otras calles que me permitieran comparar. El universo era algo finito, perfectamente delimitado, al norte por el Volcán y el parque Würzburg, al este por la estación de tren, al oeste por la Chinchibarra y al sur por el cuartel de Federico Anaya. Así crecí, encerrado dentro de unas fronteras invisibles..
Mi calle era mi mundo, Mi verdadera patria, el primer lugar desde el que construí mi identidad y que me permitió dar respuesta a una necesidad de pertenencia a algo más que la familia. La calle de uno nos brinda el goce de colmar un primer impulso de satisfacción, nos provee de un afecto que va más allá de lo físico. Nos dota de lo que el sociólogo Raymond Williams denomina como estructura de sentimiento.
Para aquellos que nacimos en un barrio humilde nuestra calle era la mejor. Nos esforzábamos por hacérselo saber a los demás. En los campeonatos de fútbol del barrio o en cualquier ocasión en que se nos presentara la oportunidad. Conforme crecí, según fui traspasando fronteras el lugar de referencia dejó de ser la calle para adoptar otro más grande: el barrio.
Ser de Garrido, es una seña fundamental de mi identidad, el Suso en su último tema también ha hecho alarde de estas calles que recorro cada día, que exhibo con orgullo. Igual que con mi calle, me esfuerzo por presentarle al mundo mi barrio Garrido como el mejor lugar donde vivir y sumar experiencias de vida. En estas calles sentimos que la vida era distinta, por eso el sentimiento garrider arraiga. Independientemente de que uno haya pasado las horas en el parque Garrido y el Luymar, en la plaza Barcelona y el Mediterráneo, en el Super Diver o el Würzburg.
Soy tan de Garrido que hay lugares de la ciudad que me resultan completamente ajenos, mundos lejanos como Marte. Me sucede cuando aparezco de rebote urbanizaciones como Valdelagua, Navahonda o algunas calles del centro de la ciudad. Luego cuando de vacaciones, visito otras ciudades y recorro calles en las que está la ropa tendida, me siento como si estuviera en casa.
Ahora, a mi identidad le añado otro elemento con orgullo, ser de Unionistas. En sus gradas me siento como en casa, con los aficionados que acuden a la grada siento la misma cercanía que con los vecinos que me cruzo a diario por las calles del barrio. Siento que tenemos unas referencias y unas estructuras de sentimiento comunes. Que nadie nos ha regalado nada, que lo conseguido es el resultado de lo que cada día, uno va haciendo. No somos, como los nuevos aparecidos en Salamanca con su proyecto futbolístico, de los que buscan que se lo den hecho, no hablamos para pedir satisfacción a nuestros deseos y sí para ofrecer nuestra ayuda. Somos de barrio, de Garrido, de San José… y de Unionistas.