Los jugadores de Unionistas de Salamanca, viéndoles sobre el campo de juego, hacen parecer que trabajar sea divertido.
Hubo un tiempo en el que pensaba que trabajar es divertido. He llegado incluso a afirmar que me gusta mi trabajo. Por suerte, esa etapa ya se me ha pasado. Creo que Dani Ponz y sus jugadores son los que ahora están en esa fase. Me los imagino llegando antes de tiempo a los entrenamientos, entregados en cuerpo y alma a cada ejercicio, siguiendo lal dedillo las instrucciones del cuerpo técnico y de los capitanes, todos los jugadores entregados, incluidos Chapela y Neskes, a una lucha silenciosa por ser los primeros en llegar y los últimos en marcharse. Marchándose a casa con ganas de volver al tajo al día siguiente, preguntando con los ojos esperanzados si a la tarde habrá entrenamiento voluntario.
Jimena no tiene ni idea de qué trabajo. Temo el día en que tenga que explicárselo. Seguro que no voy a ser capaz de explicárselo porque, aún hoy, después de quince años dedicado a la misma tarea mi madre y mis hermanas no lo tienen muy claro. Puede llegar el día en que, por una tragedia, acabe siendo portada en un telediario donde mi familia se hará la sorprendida, como si les hubiese ocultado una doble vida. Me pregunto a qué se debe que mi familia no lo entienda e imagino se debe a que, cuando hablo de mi trabajo, lo hago sin pasión. No me prestan atención, se quedan con palabras sueltas porque han desconectado de mí desde el segundo uno y se limitan a hacer un croquis con cuatro palabras sueltas.
Mi hija, por el contrario, piensa que soy la personas más entregada a su trabajo del mundo. Cada vez que me ve dispuesto a salir de casa, sin ella, informa a su madre de que me voy a trabajar. Le da igual que lo haga vestido de ciclista y con la bicicleta, con el pijama puesto a buscar la ración dominical de churros, cargado hasta arriba de bolsas para reciclar o enfundado con la camiseta de Unionistas camino del Reina Sofía. Creo que muy pocos hijos saben a lo que se dedican sus padres. Deben saber que van a un lugar concreto pero no mucho más. Ahora que Jimena empezará el colegio el próximo curso, debo empezar a trabajar con ella las respuestas a las preguntas clave, no de las asignaturas ni exámenes que tendrá que ir superando cada curso, sino a esas que son como un libre indirecto dentro del área: en qué trabaja tu padre.
En la empresa que trabajo, hace unas semanas, tuvieron la genial, mejor, brillante idea de realizar una sesión de formación. Se pedía que de un compañero, elegido por sorteo y sin bolas calientes, resaltáramos sus virtudes. A quien le toqué en suerte se despachó a gusto. Afirmó que soy siempre el último en llegar y el primero en marcharme, que me paso la jornada perdiendo tiempo en la fotocopiadora como si fuese el córner, que para una tarea urgente o un imprevisto, nunca estoy preparado, que no tengo nunca la camiseta a mano y siempre voy con las espinilleras sin poner... Una retahíla que, mirándolo bien, voy a incluir en mi curriculum al ser un resumen clavado de mi vida laboral. Dani Ponz, ¿cuentas conmigo?