En el último mes de competición hay clubes que, para hacer olvidar la mala temporada, ya están vendiendo la siguiente. Es el caso del Valencia presentando a Salenko y Romero cuando aún quedaban dos jornadas por jugarse.
Cuando se acerca el final de temporada comienza la rumorología de fichajes y traspasos de cara al curso siguiente. Es algo que sucede desde el principio de los tiempos, salidas y destinos que ya se dan por cerrados pero que, por cuidar las formas y por respeto ente clubes y a la competición, los anuncios se esperan hasta que suena el pitido final del último partido de la temporada.
Hay un caso que merece traerlo a la memoria. Mejor dicho, dos. El traspaso de los jugadores Oleg Salenko e Ignacio Romero con destino al Valencia CF dejaba en las arcas del Logroñés nada menos que 340 millones de pesetas. El delantero de 24 años y el lateral de 22 habían realizado una gran temporada y, con ello, varios clubes habían preguntado por ellos. A mediados del mes de abril, a falta de apenas tres semanas para que acabase el campeonato se anunciaba el acuerdo entre ambos clubes.
El acuerdo 340 millones por dos jugadores a los que, semanas después, se uniría también otro compañero del Logroñés: Poyatos.
Hasta el momento todo correcto. Lo que llama la atención es que, el 3 de mayo, cuando aún quedaban dos jornadas por disputarse y con el Logroñés metido de lleno en escapar de la promoción, ambos jugadores realizaron un viaje exprés a Valencia. El motivo del viaje era pasar el reconocimiento médico pero, aprovechando que los jugadores estaban allí, el Valencia, ni corto ni perezoso, aprovechó para que los jugadores se vistiesen de corto con sus nuevos colores y saltasen al terreno del Luis Casanova a dar los clásicos toquecitos al balón.
En las declaraciones a la prensa todos estaban eufóricos. Salenko, como buen delantero se tiraba a la piscina haciendo un pronóstico, "si soy capaz de meter 25 goles la próxima temporada, el Valencia será campeón de Liga". Por su parte Romero, más discreto y del se decía había rechazado una propuesta del Atlético de Madrid, tenía que explicar a los presentes su posición en el campo y hacer méritos para aumentar sus opciones para ser titular "en el Logroñés juego de interior izquierdo, es decir, más adelantado que un lateral. Eso sí, yo me amoldo a todo".
Sorprende que en plena competición, dos de los mejores jugadores del Logroñés fuesen presentados como nuevos jugadores del Valencia. Se puede argumentar que los clubes deben estar ágiles a la hora de trabajar en la confección de sus plantillas y, en este caso, huelga decir que el equipo ché se lleva la palma. Con esta operación se especulaba con que la competición podía quedar adulterada siendo, además, el Logroñés el principal perjudicado. ¿Se atreverían Salenko y Romero a arriesgar su condición física en las dos últimas jornadas y dejar pasar el tren con destino a la capital de Turia? Iturrino, compañero de ambos, no salía de su asombro cuando, horas después, también se confirmaba la salida de Poyatos del Logroñés con idéntico destino.
Las críticas por el comportamiento de los clubes y de los jugadores fueron feroces. Romero, muy dolido, al día siguiente tuvo que salir a dar la caray defenderse. "No se puede dudar así de una persona. Nuestro compañero Lopetegui lleva firmado por el Barcelona desde hace un año y ¿se deja meter goles acaso? Me parece vergonzoso que se dude de nuestra profesionalidad. No hemos sido nosotros los que hemos hecho público el acuerdo entre los equipos y sí, la presentación fue un cosa atípica pero ya está".
La respuesta nos la dan los hechos. En la penúltima jornada el Logroñés perdía en Las Gaunas ante del Deportivo que, en ese momento, se jugaba el liderato frente al Barcelona con Romero chupando banquillo y un Oleg Salenko sustituido en el minuto 50. Al final de la jornada, el conjunto riojano caía a los puestos de promoción y daban la razón a Aimar que en la previa se mostró muy crítico "deberíamos dormir con una foto de Bebeto o Mauro Silva debajo de la almohada... y mis jugadores en Valencia".
En Logroño la sensación reinante era la de que era mejor tirar la toalla. El equipo teniendo que hacer frente a las semanas más importantes de la temporada y los directivos más pendientes de hacer caja. El técnico argentino Carlos Aimar, tan emocional, se mostraba muy molesto con la concatenación de hechos llegando a decir "esta semana he estado a punto de tirarlo todo por la borda. Se me ha pasado por la cabeza. Luego he pensado en el excelente grupo humano que dirijo y, la verdad, dudo que en los años que me quedan de carrera vuelva a tener a mi lado gente de este nivel".
El último servicio de Salenko y Romero al Logroñés
Todo quedaba a expensas de lo que sucediese en la última jornada. Visita al Carlos Tartiere en el que el Oviedo no se jugaba nada. El Logroñés, aun saltando al campo con el clásico golpe en el pecho de Carlos Aimar, salió con las piernas temblando y, al descanso, perdía por 1-0 y gracias. Todo esto sucedía fuera de la vista de Marcos Eguizábal, presidente del Logroñés, convaleciente por problemas cardíacos. Sin embargo, en plena primavera del 1994 el presidente se valió de una, aún incipiente telefonía móvil, para llamar directamente al vestuario en el descanso del partido.
"Dos goles, quiero dos goles" fue el mensaje que transmitió. Ni más menos. El destinatario, el delantero ruso Oleg Salenko, al que aturdido ante lo que escuchaba al otro lado del teléfono añadió: "Oleg, eres el mejor del mundo, vas a meter esos dos goles y demostrarlo". Dicho y hecho, en ese segundo tiempo el ariete parecía otro jugador del que se había visto hasta la media parte, sus dos goles, el primero en el minuto 55, con un golazo desde 35 metros con el portero lejos de u portería ,y el segundo a diez minutos del final que daban la vuelta al marcador y sacaban al Logroñés de la promoción. Al final, todos contentos menos el técnico Carlos Aimar que, al acaba el encuentro afirmó que se marchaba ya que no podía obrar más milagros y que, visto lo visto las semanas anteriores, "en estas condiciones no me puedo permitir seguir aquí".