Hacerse de un equipo de fútbol superados los treinta años no está al alcance de cualquiera. Más difícil aún es hacerlo de un nuevo equipo de la ciudad en la que creciste pero en la que ya no estás. A pesar de esto, que a priori parece un obstáculo insalvable, muchos Unionistas tomamos esa decisión. ¿Por qué? Porque hacerlo era una manera de volver a casa. Por eso hoy, muchos socios, aun no pudiendo ir al campo a ver al equipo renuevan su carnet cada año. No es fácil de entender por muy bien que intentes explicarlo.
Hace cien años, cuando mis abuelos se casaron, no hacía falta cruzar un océano para perder un mundo. Mi abuela, que apenas se mudó a veinte kilómetros del pueblo donde nació, se marchó de su casa y dejó a su familia prácticamente para siempre. Eso, la ausencia, que hasta hace nada era algo muy real y triste ahora apenas lo conocemos.
Mi abuela llenaba aquel vacío con el nacimiento de sus hijos y nietos. En sus rostros buscaba similitudes, encontrando parecidos con unas personas extrañas para todos menos para ella, Analizaba los rasgos, escrudiñaba los gestos y ademanes de cada uno de sus descendientes buscando recuperar el calor de los afectos de su infancia, Era su manera de hacernos presente un mundo desconocido ya que, cuando salió de su casa, no llevó consigo ninguna fotografía a las que poder abrazarse ni mostrarnos.
Jimena, mi hija, no ha conocido a su abuelo: mi padre. Sabe de su existencia porque encuentra su rostro en las fotografías que adornan la casa de su abuela. No quiero que su abuelo sea para ella solo un retrato. Hoy que la excesiva abundancia de imágenes e instantáneas las desvalorizan, busco la forma de recuperar la presencia de su abuelo, del mío, para que no sólo sea un rostro sino que también se conviertan en una vía, un camino, donde poder encontrar amparo y consejo. Para eso están las palabras. Es en ellas donde podemos poner en valor a los que estuvieron y de lo que sembraron en nosotros. El sentido que sin saberlo dieron a nuestra vida: la mía, la suya, la de mis hermanas, mis sobrinos o mis tíos.
Ser de Unionistas es, en gran medida, una forma de llenar un vacío, una ausencia. Un sentimiento de pérdida que sentimos quienes han tenido que marcharse o hacia quien, como nuestra UDS, hemos visto desaparecer ante nuestros ojos. No es fácil encontrar las palabras para describirlo. Es en la dificultad de hacerlo, en la posibilidad de fracasar intentándolo, donde sé que estoy haciendo algo bueno y valioso. Lo mismo me ocurre cuando intento contarle a Jimena episodios de la vida su abuelo. Se me traban las palabras, hilo relatos que aparentemente no tienen coherencia pero sé que, de alguna manera, estoy haciendo que germine algo que le valdrá más adelante.
Cuando tenemos hijos, formamos una familia, seleccionamos a nuestros amigos, nos decantamos por un equipo de fútbol o elegimos el lugar donde vivir, realmente creo que no estamos buscando, la que dicen es la esencia de la vida, la felicidad. La esencia de mi vida para mí, está en Jimena, en Marta, en mi madre, en mis hermanas, en mis amigos, en Unionistas... porque me ofrecen una buena historia que contar y que, como toda buena historia, uno no sabe de qué va hasta que empieza a contarla.
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