César Brito dejó un recuerdo imborrable en su paso por la Unión Deportiva Salamanca formando una dupla eléctrica junto a Pauleta.
César Brito dejó un muy grato recuerdo en su paso por Salamanca. Aún, si preguntas a cualquier socio de la Unión Deportiva Salamanca en aquellos años pondrá al delantero por delante de Pauleta en su lista de afectos. El cariño, algo tan necesario, es algo que siempre estará ligado al atacante luso.
El bueno de César Brito llegó a la capital del Tormes de la mano de Joao Alves. Era el verano de 1996,el primero de la Ley Bosman que borró la raya que, con tanto prejuicio y recelo, estaba siempre pintada alejando a un país Portugal con el que Salamanca, si supiese desprenderse de su mal entendido, rancio abolengo, debería estar permanentemente abrazado. La temporada anterior había estado a las órdenes de Alves en Os Belenenses quien, a la hora de hacer su petición de jugadores con los que formar la plantilla de una Unión Deportiva Salamanca que se imponía la obligación de retornar a Primera División, fue el nombre que encabezaba, en negrita y en mayúsculas, la lista de peticiones para afrontar con garantías el reto.
La carrera de César Brito: la pelea por salir adelante.
El delantero portugués llegó a la Primera División portuguesa con 21 años después de un gran año con el equipo de Civilha, su ciudad natal.
La opción de jugar en la Unión Deportiva Salamanca fue la primera que en su carrera se le presentó a César Brito. El delantero había desarrollado la mayor parte de su carrera en el Benfica, diez temporadas defendió su camiseta, en donde compartió vestuario con grandes jugadores como Futre, Caniggia o el belga Preud'Homme. Con 21 años había firmado por el club de las águilas tras haber llamado la atención de todos en su país, gracias a su excelente campaña en la Segunda División portuguesa en las filas del equipo de su ciudad SC Covilha logrando el ascenso y alcanzando las semifinales de la Copa.
El sueño de César Brito de ser futbolista se cumplía. Quedaban atrás los años en los que pasaba las mañanas haciendo cemento, cargando cubos de masa para los albañiles en las obras de su pueblo para ayudar a una economía doméstica muy precaria. Ahora su día a día pasaba por el estadio Da Luz, compartiendo bromas y conversación con jugadores a los que, hasta ese momento, veía únicamente por televisión.
Sus primeras temporadas en Benfica no son fáciles. El entrenador en aquellos años, el inglés John Mortimore, no le da muchas oportunidades. César Brito va al ralentí, tratando de adaptarse a unos métodos de trabajo completamente nuevos para él, a la gran trascendencia del club y a una gran ciudad como Lisboa. Son dos años en los que juega poco y observa mucho. Se apunta en su palmarés un título de Liga pero quiere ser protagonista, sentirse que vale para jugar en un grande, que es un jugador flor de un día. De este modo, club y jugador deciden que una buena opción es la de salir cedido. El destino elegido: Portimao. La ciudad le devuelve a sus orígenes, una ciudad pequeña en la que el talento de César Brito vuelve a aparecer.
Su año en el Portamaiorense le curte. Lo juega casi todo. No hace muchos goles pero descubre algo fundamental para el resto de su carrera: su capacidad para conectar con sus compañeros de ataque. Ese año el danés Sorensen y, sobre todo, Forbs dan un impulso a su carrera gracias a la generosidad en el campo de César Brito. Su buen rendimiento le abre la puerta de vuelta a Benfica, se ha ganado más minutos y el el portugués Toni, entrenador que tuvo un paso efímero por el Sevilla, confía en él. El delantero lo celebra ese verano con los suyos pero, a la vuelta de las vacaciones, cuando iba a iniciar la pretemporada sufre un accidente de tráfico en el que fallece su hija. El mundo se le viene abajo.
Las secuelas del accidente tiene a César Brito varios meses parado. Su mujer le necesita y se vuelca en ella. Pasan las jornadas, no se sabe cuándo volverá a los terrenos de juego. Toma una decisión. Toni le aconseja y apoya en ella. Lo mejor es volver a Portimao donde puede estar siempre cerca de su esposa y escapar de la presión. César quiere sacar todo su dolor, no olvidarlo, quiere gritarlo. Tarda tres minutos en conseguirlo. Es lo que tarda en marcar en su regreso a los terrenos de juego. No ha habido gol más cargado de emoción que este en su carrera.
Su rendimiento en esa segunda vuelta en el Portomaiorense es excepcional. Le cambia la cara y el ánimo a un equipo que olía a descenso. Marca 7 goles que sacan al equipo del pozo de la clasificación y sirven para lograr una permanencia holgada y recibir la llamada de la selección. Debuta en la selección en partido de clasificación para el mundial de Italia'90 frente a Bélgica que acaba en empate. La selección no logra clasificarse para la cita mundialista al quedar detrás de los belgas y de Checoslovaquia. En total defenderá la camiseta de la selección absoluta en 14 ocasiones, anotando dos goles, uno a Finlandia y otro a Holanda en un encuentro amistoso.
César Brito y su segunda etapa en Benfica
El regreso a Benfica lleva César Brito a disputa la final de la Copa de Europa y a ser clave en la obtención del título de Liga.
En su regreso a Benfica, temporada 1989-1990, se encuentra con un entrenador que revoluciona el fútbol portugués con sus planteamientos y sus métodos de trabajo en esos años. Se trata del sueco Sven Goran Eriksson. que iniciaba su segunda etapa en el equipo portugués, tras haber pasado por el fútbol italiano dirigiendo a Fiorentina y Roma. El gusto por la posesión del balón y la propuesta agradan de César Brito que debe pelearse el puesto en la punta de ataque con Pacheco. Ese año el Benfica, con el delantero sueco Magnusson haciendo 33 goles en 32 partidos, sale campeón y alcanza a disputar la final de la Copa de Europa , disputada en Viena, en la que el Milán de Sacchi no da opciones y que se decide merced a un gol de Frank Rijkaard.
En los tres años de esta etapa con Eriksson al frente del equipo, poco a poco, César Brito desaparece del once inicial. Se convierte en recurso con el que cambiar el devenir de los partidos saltando desde el banquillo o como una variante con la que desconcertar los planteamiento de los rivales. El entrenador sueco afirma sobre el atacante "Cuando César salta al campo, siempre pasan cosas buenas". Así lo demostró con el doblete en As Antas, haciendo un doblete al Oporto en los apenas 5 minutos que llevaba en el campo, que dejaba el campeonato de liga encarrilado en 1991.
Sin embargo, César Brito quiere más y, con la marcha a la Sampdoria de Eriksson, esperaba volver a ser importante pero una lesión le tiene sin poder jugar toda la temporada 1992-1993. Las temporadas siguen pasando y sus apariciones se reducen cada vez más, la llegada de Artur Jorge al banquillo le da la puntilla. No juega apenas y siempre es el delantero que se queda fuera de las convocatorias.
El contrato con el Benfica, una década después de su llegada, expira. Recibe varias propuestas. Opta por la opción de Os Belenenses que le ofrece un año de contrato y la garantía de que Joao Alves confía plenamente en él para hacer un buen año. La experiencia sale bien. Vuelve a disfrutar del fútbol sintiéndose importante, terminando la temporada como máximo goleador del equipo y logrando que el equipo acabe a un paso de meterse en Europa.
César Brito en la Unión Deportiva Salamanca
Dos temporadas estuvo César Brito en Salamanca, en las que se ganó, para siempre, el corazón de la afición salmantina.
Joao Alves recibe la propuesta de entrenar a la Unión Deportiva Salamanca con el objetivo de devolverla a Primera División. El entrenador portugués, el mejor jugador en vestir la camiseta de la UDS en toda su historia, le ofrece marcharse con él. No lo hace solo, le acompaña medio Os Belenenses: Taira, Ivkovic, Giovanella y Catanha también se suman a la aventura. Rogerio y Tulipa lo harán al año siguiente. Son dos años en los que César Brito da lo mejor de sí.
En Salamanca vuelve a recuperar la ilusión por el fútbol, algo que ya se vio en su último año en Portugal. Las cosas no empezaron bien, el equipo no gana y Alves fue despedido con la ciudad desencantada con el equipo. Todo cambia de un día para otro con la llegada de Goikoetxea. Lo que antes se fallaba ahora es gol, el equipo se vuelve una roca en defensa, siendo capaz de recuperar los 16 puntos de distancia con los puestos de ascenso gracias a que se pasa más de media temporada invicto. César Brito hace 15 goles, se gana a la grada con su entrega constante, formando un dupla inolvidable junto a Pauleta.
La siguiente temporada en Primera se repite el patrón de la anterior, empieza con Goikoetxea en el banquillo pero el equipo no rueda. Llega Txetxu Rojo y, de repente, en un duelo frente al Deportivo que acaba en goleada todo empieza a encajar. Se viven noches inolvidables en Salamanca ese año y, en ellas, siempre aparece César Brito saliendo del banquillo para desatar la tormenta perfecta, 9 goles anota este segundo año. El equipo logra salvarse, la ciudad rebosa entusiasmo pero, Txetxu Rojo no renueva, y llega Miguel Ángel Russo. La directiva y el entrenador tiran abajo el trabajo de los años anteriores formando un plantilla al gusto del argentino. César Brito sale del equipo para disgusto mayor de la afición salmantina. El resultado final: un desastre. César Brito se marcha a Mérida y la Unión Deportiva Salamanca desciende. Nunca volverá a la máxima categoría.
La salida no deseada de la Unión Deportiva Salamanca llena de tristeza a César Brito. La experiencia en Mérida no le ofrece lo que esperaba y, tras una temporada sin intrascendente, decide regresar a Portugal. Vuelve a sus orígenes, a jugar en su ciudad y el equipo en que se formó: SC Covilha. Las cosas no salen bien, en el partido de su regreso salta al campo mediada la segunda parte y se lesiona. Siente que es el final. No quiere arrastrarse por los terrenos de juego y decide poner fin a su carrera. Con 33 años se despide del fútbol sabiendo que en Salamanca siempre es y será bienvenido.
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