Hay futbolistas con nombres impronunciables que nos exponen sin miramientos frente a nuestra ceguera sonora como individuos y como sociedad.
Esta semana, como seguro habrán hecho muchos, he empezado las clases en la Escuela de Idiomas. Un drama. Yo que alardeo de oído fino, no hay conversación que se me escape es hablarme en otro idioma y no me entero de nada. Palabras tan sencillas como chocolate, escrita chocolat en inglés, para pronunciarla tengo que hacer un quiebro vocal deja sentados y estupefactos a los más duros de oído.
En esto de la pronunciación y los idiomas tengo madera de periodista deportivo. Invento y tiro para delante, sin vuelta atrás. A día de hoy tengo difícil encontrar escapatorias para salir airoso. No tengo el suficiente vocabulario ni los recursos para encontrar una victoria pírrica pero honrosa a la hora de parecer viajado y cultivado. En la pronunciación con los idiomas siempre he sido un negado pero ingenioso. Así, para mí Djorkaeff era Djorkaeff en la intimidad, cuando tenía que referirme a él en una conversación de eruditos de Don Balón era el 6 del Inter o de la selección francesa. Con otros jugadores me la jugaba y Seedorf siempre fue Sidorf, Kluivert es Kluiver y Cruyff siempre será Cruyff aunque los puretas se empeñen en decirnos que la forma correcta era Kraif. Maldita escuela holandesa.
Padezco de ceguera sonora. No soy el único. He redescubierto este concepto a través del libreo de Charles King "Escuela de Rebeldes". Esta idea atiende ala incapacidad de algunos oyentes para percibir las diferencias de pronunciación entre algunas palabras. Es un fallo perceptivo que puede sucedernos en nuestro propio idioma pero mucho más evidente y notorio cuando nos enfrentamos a un lenguaje nuevo. En su momento, se afirmaba por los estudiosos que los pueblos y sociedades que permitían variedades en el habla, es decir, acentos se encontraban en un nivel primitivo de desarrollo.
Fue Franz Boas, un alemán emigrado a Estados Unidos, quien desterró esta teoría al afirmar que el problema de la ceguera sonora era un error perceptivo de los observadores que intentaban aprender el idioma del pueblo, sociedad o cultura que observaban y no de sus miembros. El hecho por el que este error se producía por no contemplar el mundo en términos de realidad objetivo, sino sobre el sistema lingüístico que conocían mejor: los sonidos de su propio idioma.
Esta semana se debate porque entran las lenguas cooficiales en el Congreso y no gusta a todos. En las pasadas semanas sobre los comunicados, declaraciones y actos de las jugadoras de la selección de fútbol y sus reivindicaciones. Hay muchos que no entienden lo que piden. Creen que las futbolistas están defendiendo lo suyo, mirando por sus intereses. Sí, pero no solo.
Somos todos ciegos sonoros pero seámoslo sólo para aprender idiomas o nombrar al futbolista de moda. Seamos autocríticos con nosotros mismos y tomemos conciencia de todo lo que nos perdemos, de las oportunidades de mejorar que perdemos por interpretar lo que sucede únicamente a partir de las experiencias con las que estamos familiarizados. No perdamos el partido antes de pisar el césped.
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