Marco Lanna jugó en la Unión Deportiva Salamanca dos temporadas pero, sobre todo, pudo llegar a los más alto en el equipo de su ciudad, de su vida y de sus amores: UC Sampdoria.
Marco Lanna y el sueño de la Sampdoria
El defensa italiano vivió de primera mano los años gloriosos del equipo genovés, siendo campeón de Liga, Copa, Recopa y jugando la final de la Copa de Europa.
Jugar en el equipo de tu ciudad debe de ser lo máximo. Jugar en el equipo de tu ciudad en la máxima categoría debe ser increíble. Hacerlo y ganar la liga, apoteósico. Ganar la liga y jugar la final de la Copa de Europa con el equipo de tu ciudad algo posible solo para muy pocos elegidos. Vivir todo esto y llegar a ser el presidente del equipo de tu ciudad algo que solo Marco Lanna puede decir que ha hecho. Una ciudad, Génova. Un equipo: UC Sampdoria. Un honor: Ser el único genovés que ha levantado un título con la Sampdoria.
Marco Lanna tuvo la oportunidad de vivir el sueño soñado por todos. Un futbolista sin un talento especial, pero con un sentido de la responsabilidad y contundencia que le llevó, con apenas 20 años,a hacerse con un puesto en el centro de la defensa de una Sampdoria que hizo historia en el fútbol italiano y europeo. Su debut, nada más y nada menos que frente al Napolés de Diego Armando Maradona con una misión, frenar al brasileño Careca. Resultado final, victoria para la Sampdoria en San Paolo y Careca sin rascar un balón en condiciones en los noventa minutos. Menuda carta de presentación.
Un mito de los banquillos como Boskov, que estaba construyendo un equipo repleto de talento liderado por Roberto Mancini y Gianluca Vialli, confió desde el primer minuto en Marco Lanna. Un chico que no se creía lo que estaba viviendo, de repente, vestido de corto defendiendo a los mejores delanteros del mundo con la camiseta del equipo al que llegó a los diez años. Atacantes de la talla del holandés Van Basten, el brasileño Müller, al teutón Rudi Voeller o el magnífico Roberto Baggio. No cojeaban los delanteros del Calcio de aquellos finales de los ochenta y principios de los noventa.
El jugador más difícil de defender en toda su carrera fue Marco Van Basten. El holandés, tres veces ganador del Balón de Oro, era un jugador muy técnico y complicado de marcar. "Yo era de los defensas que pegaba. Pero cuando defendía a Van Basten, siempre que intentaba darle acababa dándome el primero". Fue, para Marco Lanna, el delantero del que más aprendió a la hora de practicar el arte de defender.
La liga italiana aglutinaba a los mejores jugadores del mundo y Marco Lanna estuvo allí. No solo estuvo sino que consiguió levantar el único Scudetto que adorna las vitrinas de las Sampdoria. Un título en el que el cuadro genovés quedó por delante del Milán de Sacchi y los holandeses, el Inter de Trapattoni y los alemanes Mathaüs, Klinsmann y Brehme, el Napolés de Maradona o el Torino de Martín Vázquez. Fueron años en los que la ciudad de Génova se vivían derbis de auténtico nivel pues el Génova de aquellos años tenía una delantera temible con el checoslovaco Skuhravy y el uruguayo Aguilera. Salir campeón en una liga de ese nivel solo era para unos pocos elegidos.
Marco Lanna recuerda el secreto de aquella temporada en la que salieron como campeones de la liga italiana, así como los éxitos de los años anteriores. "Nuestro éxito se debió a que éramos un grupo. Todos estábamos muy unidos e íbamos a una". En los siguientes equipos en los que estuvo no volvió a sentir lo mismo. "En los años en el Sampdoria estaba deseando ir a entrenar con mis compañeros. No podía descansar. Éramos una piña, un bloque. Un grupo de personas que estuvimos juntos muchos años, sin apenas cambios". Ahí radicó el éxito de aquel equipo algo que, en el fútbol actual se antoja muy complicado que se repita, no solo en la Sampdoria sino que otro equipo mediano o pequeño llegue tan alto. "Hoy con la cantidad de cambios que hay cada año en cada plantilla es difícil, por no decir imposible construir un espíritu de equipo sólido y, con ello, el rendimiento de un equipo se resiente".
La Sampdoria que salió campeona de liga en 1991 y al año siguiente se plantó en la final de la Copa de Europa de Wembley frente al Dream Team de Johann Cruyff, no fue flor de un día. Ese equipo comenzó a forjarse con la contratación de Vujadin Boskov en el verano de 1986. Ahí cambió la historia de la UC Sampdoria para siempre. El técnico yugoslavo dio un cambio de rumbo al equipo que ya había sido campeón de Copa dos años antes. Apostó por un bloque que se mantuvo durante las temporadas siguientes en el que la veteranía del alemán Briegel en la zaga, junto al despliegue del Toninho Cerezo debía ser el germen para alimentar y hacer crecer el talento de dos jovencísimos delanteros: Mancini y Vialli.
Boskov puso los mimbres de lo que estaba por venir ese primera temporada. El equipo acaba sexto. Las siguientes temporadas el equipo sigue mejorando y jugando competición europea cada año. El equipo vive una renovación paulatina en la que se mantiene un grupo sólido y no hay cambios de rumbo. Algunos jugadores van saliendo como Briegel y llega Katanec para acompañar en el centro de la zaga a Vierchwood. Se firman jugadores como Víctor Muñoz, Dossena y, sobre todo, emerge un calvo temprano como Atilo Lombardo.
La Sampdoria va en serio, prueba de ello es que ya en 1988 se hace con la Copa de Italia, repetirá título al año siguiente, al derrotar al Torino en la final. Se gana el premio de jugar la Recopa en la temporada siguiente y, por primera vez en su historia, alcanza la final. El Fútbol Club Barcelona le derrota en la final disputada en Berna por 2-0, Cruyff salva el puesto y se gana seguir un año más. Marco Lanna fue titular aquel día, ya había demostrado su capacidad para defender a los mejores delanteros del mundo pero, ese día, a los tres minutos de comenzar el inclasificable Julio Salinas se provecha de un salto mal medido y adelanta a los blaugrana. En el segundo tiempo con la Sampdoria volcada en busca del empate en una contra Lanna no sale bien al cruce y habilita a López Rekarte que sentencia la final. No fue su día.
La siguiente temporada, 1989-1990, la Sampdoria vuelve a tener una oportunidad en la misma competición. Vuelve a disputar la final, esta vez contra el Anderlecht y, ahora sí, levanta su primer título europeo. La victoria llega en la prórroga con un doblete de Vialli. Ese día Marco Lanna no juega, una lesión a inicio de temporada y la llegada de Katanec al equipo le han sacado del once inicial y, lo que es peor, se ha llevado por delante sus ilusiones de poder estar ese verano de 1990 en la lista para el Mundial que se disputaba en Italia.
La selección italiana es una puerta que se cierra pronto, apenas dos partidos con la selección sub21 y otros dos con la absoluta. Muchos son los defensas de primer nivel de aquellos años que pelean por el mismo puesto: Franco Baresi, Costacurta, Maldini, Vierchwood, Ferrara... No hay sitio para él pero, al menos, se lleva la satisfacción de haberse enfundado la azzurra en dos ocasiones. Debuta frente a Suiza en 1992 en un partido de clasificación para USA'94 y, un año después, se la volvió a enfundar en el último partido de esa clasificación frente a Escocia.
Marco Lanna se queda sin Mundial pero no le van mal las cosas. Ha ganado la Recopa y, la temporada siguiente, se hace con el Scudetto. El conocimiento de Boskov y el dinero presidente Paolo Mantovani han obrado el milagro. Un presidente que primero quiso serlo del otro equipo de la ciudad, tenía todo listo para ocupar el cargo pero su antecesor, días antes vendió a la estrella Luigi Ferroni al Torino y, entonces, Mantovani, como buen italiano para el que una promesa es ley, decidió apostar por la Sampdoria. Finalmente la adquirió en 1979, gracias al dinero de sus inversiones y movimientos en el sector petrolífero (acabaría en los juzgados), con el propósito de hacerlo uno de los grandes de Italia. Algo difícil puesto que el equipo estaba en la Serie B pero ay, el dinero, el dinero, el dinero maldito dinero, todopoderoso caballero.
Esta Sampdoria campeona no le teme a nada y, al año siguiente, acude a la Copa de Europa sabiendo que no tiene nada que perder. Deja por el camino a equipos al Panathinaikos, Estrella Roja y Anderlecht para alcanzar un sitio en la final. El rival, como es sabido, el Barcelona de Cruyff. Vuelven a verse las caras cuatro años después de la final de Berna. El escenario ahora es Wembley. Marco Lanna vuelve a ser titular, no le tiemblan las piernas y salta al campo con el deseo de enmendar errores. Delante, otra vez, Julio Salinas y a la primera que tiene le deja un recado para hacerle saber que, esta vez, no se va a dejar comer el pan.
El partido de Lanna es muy correcto en su labor de líbero cerrando a Salinas y Stoichkov. No comete errores pero ya se sabe, prórroga, falta al borde del área, Koeman golpeo y el italiano, espectador de lujo, ve como Pagliuca no llega. Otra final perdida, de nuevo, el Barcelona. "Perdimos. Es difícil aceptar esa derrota cuando quizá, lo más justo hubiera sido llegar a los penaltis, pero pasados los años puedo decir que fue una grandísima emoción llegar hasta allí" dice Lanna al recordar aquel encuentro.
La desilusión de la derrota en la final de la Copa de Europa invade al equipo que ha visto como Boskov ha dejado de ser el entrenador tras el fiasco de Wembley. Llegan aires nuevos con el sueco Eriksson. Vialli se ha marchado a la Juventus, Pari se ha ido al Nápoles, Toninho Cerezo opta por regresar a Brasil a exprimir sus últimos años como futbolista. Muchos se van y los que llegan no alcanzan el nivel de sus predecesores. La Sampdoria dice pronto adiós a su lucha por el Scudetto al estar dos meses sin vencer. El equipo pelea por regresar a Europa pero, una serie final de cinco partidos sin ganar en las últimas jornadas. con derrota final frente al Brescia de Hagi, le apea del último puesto que da acceso a jugar la UEFA en la jornada final.
Marco Lanna y sus tres años en Roma: cómo construir la mejor defensa del Calcio.
Aldair y Marco Lanna formaron una pareja de centrales en Roma que aún recuerdan en la capital italiana.
El verano de 1993 Marco Lanna toma una difícil decisión. Dejar al equipo de su vida e ir a probar fortuna a la capital. Firma por la Roma. El equipo romano empezado la década de los 90 alcanzando a disputar la final de la Copa de la UEFA en 1991 y arrebatándole la Copa de Italia a la Sampdoria, no ha conseguido sortear el estupor del fallecimiento de su presidente Dino Viola a comienzos de ese año. El equipo, con Carlos Bianchi en el banquillo, se muestra fuerte en las eliminatorias pero en la carrera a largo plazo del Scudetto queda lejos. La llegada de Boskov procedente de la Sampdoria no logra mejorar los resultados aun disputando la final de Copa pero, eso sí, deja un legado: Francesco Totti. El técnico yugoslavo no se corta un pelo metiendo en dinámica del primer equipo a un pipiolo de 16 años al que hace debutar, en tiempos de dos cambios por encuentro, saliendo los últimos minutos de los partidos finales para que vaya quemando el gusanillo.
La Roma no atraviesa su mejor momento económico. Ha tenido que desprenderse de sus mejores jugadores y en ese escenario desembarca Marco Lanna que esperaba reencontrarse con Boskov pero este ha abandonado el barco. Le sustituye un clásico en los banquillos en Italia: Carlo Mazzone. El técnico venía de clasificar al Cagliari, con Francescoli en el campo, por primera vez de su historia para jugar la UEFA. Junto a Marco Lanna aterrizan en el Olímpico de Roma el argentino Balbo y Cappiolo. Lanna llega con la vitola de defensa titularísimo junto Mihajlovic y Aldair.
La primera temporada en la capital no es fácil. Juega casi siempre pero el equipo no acaba de funcionar. Durante la temporada atraviesa un desierto en el están sin ganar quince jornadas, casi cuatro meses sin ganar a nadie. Aun así, Mazzone se mantiene en su puesto y el equipo remonta un poco el vuelo. Eso sí, se sigue viendo un equipo incapaz de ganar a los grandes equipos y adolece de una falta de gol alarmante para un equipo que aspira a algo más que a acumular temporadas en la máxima categoría.
El su segunda temporada en Roma el equipo funciona. Mazzone, con la salida de Mihajlovic a la Sampdoria lo apuesta todo en defensa a la pareja Lanna-Aldair. Le funciona. El equipo se convierte en una roca en defensa y contribuyendo a hacer del equipo el menos goleado de ese año. La Roma es un bloque en el que juegan casi siempre los mismos y eso se nota. Totti va cogiendo vuelo, Balbo le pelea el pichichi a su compatriota Batistuta y el equipo se ha mostrado competitivo. Logran clasificarse para competición europea y, sin una plantilla millonaria, ha sido capaz de plantar cara a mega proyectos como el Lazio, Parma, Milan o Inter. La siguiente campaña, última de Mazzone a los mandos, el equipo repite posición y sensaciones. El único borrón la eliminación en casa ante el Slavia de Praga en un partido que llega a la prórroga.
La dirección de la Roma quiere más, entiende que con Mazzone el equipo está estancado y trae de vuelta al entrenador que les llevó a ganar su último título y una final europea: Carlos Bianchi. No acaba la temporada. El equipo no va, no se ha acertado con los fichajes del que solo un joven Tomassi muestra su valía. Por el camino el central argentino Trotta, petición expresa de Bianchi, hace las maletas de vuelta a Argentina enero y, sobre todo, el sueco Martin Dahlin.
El atacante escandinavo llegó rebotado a Roma. No quería jugar aquí, quería hacerlo en la Juventus. Con la vecchia signora ya tenía firmado un contrato por el que llegaba libre procedente del Borussia Monchengladbach pero, una triquiñuela legal detectada por los abogados del equipo alemán, impedía que se marchase gratis. La Juventus no alcanzó las pretensiones del cuadro alemán, algo que sí hizo la Roma que vio una excelente oportunidad para firmar a un delantero top a nivel mundial. La cosa no funcionó. Firmar a un delantero por capricho de los directivos no suele ser lo mejor para la dinámica de un equipo. El bagaje del sueco: debut en Copa de Italia frente al Cesena de la serie B y la Roma eliminada y tres partidos de liga, ninguno de titular, en los que no llegó a sumar una hora defendiendo el escudo romano. En diciembre, de regreso a Alemania al mismo punto del que había partido.
La temporada es pésima con Bianchi en el banquillo que es cesado y reemplazado por el sueco Martin Liedholm. El entrenador que llevaba casi una década apartado de los banquillos volvió a sentarse en uno por amor al club. El veterano entrenador tenía el honor de ser quien dirigiese a la Roma la última vez que obtuvo el Scudetto en 1983. Más de diez años después volvía, ya con 72 años, a dirigir al equipo de sus amores pero con unos resultados que incluso empeoran los de Bianchi. el equipo queda fuera de Europa. Marco Lanna acaba su contrato, no renueva y decide emprender un nuevo reto lejos de Italia.
Marco Lanna llega a España queriendo ir a Inglaterra.
La llegada de Lanna a la Unión Deportiva Salamanca se debe a Víctor Muñoz y sus palabras que convencieron al defensa y al entonces entrenador de la UDS Andoni Goikoetxea.
Marco Lanna, un defensor italiano arquetípico, duro, contundente de los que o pasa el balón o el jugador pero nunca ambos al mismo tiempo llega a una Unión Deportiva Salamanca que regresaba a Primera División en el verano de 1997. Su desembarco en España es una segunda opción. Su prioridad era marcharse a jugar a la Premier pero no se concreta ninguna oferta que le resulte atractiva.
E deseo de abrir su mente, cambiar de aires, aprender un nuevo idioma y probar con un nuevo estilo de vida le acaban llevando a Salamanca. Maneja dos opciones serias: Unión Deportiva Salamanca o Real Mallorca, dos recién ascendidos. Los rumores que le colocaban en el Real Madrid como sustituto de Alkorta se quedan en eso, relleno de periódicos de verano. Pide consejo al que fue su compañero en la Sampdoria Víctor Muñoz, que había entrenado al equipo mallorquín la temporada anterior y fue cesado por sorpresa con el equipo en puestos de ascenso. Lanna no sabía nada de ninguno de los dos equipos y se guía por lo que Víctor Muñoz, quizá movido por el resentimiento de lo vivido unos meses atrás le indica:"me dijo que no creía mucho en el proyecto del Mallorca (había firmado a Héctor Cúper) y que el presidente del Salamanca tenía mucho dinero por lo que la proyección del equipo podía ser mayor".
Víctor Muñoz también es consultado por Andoni Goikoetxea para saber si la idea de contratar a Lanna es buena para la UDS o se trata de un jugador que está de vuelta de todo. El entonces entrenador del Logroñés indica que debe contratarlo sin dudarlo. Así, en un visto y no visto, el central genovés se suma a las incorporaciones en defensa de Pavlicic y Corino. El centro de la defensa de aquella Unió Deportiva Salamanca queda a buen recaudo.
En la presentación del jugador italiano todos son buenas palabras y elogios por parte del entrenador vasco. "Es un jugador veterano, rápido, con toque de balón y que va muy bien de por arriba, de mucha calidad más que contrastada. Nos dará mucho". La afición salmantina está encantada con este fichaje. Lo estará aún más cuando ve el desempeño del genovés sobre el terreno de juego.
Los comienzos en Salamanca no son nada buenos. El equipo no empieza bien la temporada y Goikoetxea es cesado en la octava jornada tras ganar solo un partido y no ser capaz de dejar la portería a cero. La defensa de tres centrales con Corino y Pavlivic no funciona. El equipo albinegro encaja goles cada partido y se hace necesario ponerle remedio. Llega Txetxu Rojo como entrenador al Helmántico y al equipo le cambia la cara y, sobre todo, el gen competitivo.
Una rotura fibrilar le tiene mes y medio fuera nada más llegar el técnico vasco pero, cuando se recupera, se convierte en un fijo en las alineaciones para desempeñarse en el lateral izquierdo. La orden era clara, nada de proyectarse en ataque, su trabajo, el que hace bien y por el que se le paga es defender. El italiano cumple a la perfección su papel y está presente en las grandes noches, eso sí se pierde por sanción la del Atético de Madrid, que se viven ese año en el Helmántico. Participa incluso el día de la goleada al Valencia con un gol, eso sí, con la mano.
La segunda temporada de Marco Lanna en Salamanca lo juega prácticamrnte todo. Primero con Russo y también con los entrenadores que llegan después. Para definir las causas del descenso aquella temporada apunta lo siguiente "En fútbol una de las claves del equipo es el equilibrio entre club, afición, jugadores y técnicos... Es todo cuestión de buena química más allá de tener unos mejores jugadores o un presupuesto más alto". El equipo desciende. La salida del técnico argentino no ayudó a mejorar la situación, incluso la empeoró. Con el descenso a segunda división el contrato de Marco Lanna queda liberado y, por lo tanto, puede decidir libremente su futuro.
El fichaje por el Real Zaragoza de Marco Lanna.
La presencia de Txetxu Rojo en el banquillo maño le lleva a la capital aragonesa donde consigue ser campeón de la Copa de Rey.
En Zaragoza Txetxu Rojo, al saber que Lanna ha quedado desvinculado de la Unión Deportiva Salamanca, solicita su incorporación. Llega al equipo zaragozano junto a Martín Vellisca para reforzar la banda izquierda. Unos problemas en la rodilla le hacen perderse la primera vuelta pero, en el momento que se recupera, se convierte en un fijo en las alineaciones de un Real Zaragoza que acaba en cuarta posición. "La fuerza con la que jugábamos aquella temporada no la igualaba ningún equipo" señala Lanna al recordar ese primer año como zaragocista. El equipo ha conseguido plaza para disputar la Champions League pero, la victoria del Real Madrid en la final de París frente al Valencia, le deja sin sitio en la máxima competición y tiene que conformarse con la UEFA.
En su estancia en Zaragoza el Milán vino a buscarle pero, cuando estaba todo hecho, el club rossonero dio marcha atrás.
Txetxu Rojo no continua en el banquillo y llega Juan Manuel Lillo. A la plantilla no le gustó el cambio, no entendía el cambio de entrenador. El mensaje de Lillo no cala, los jugadores no entienden lo que quiere, le hacen la cama y la eliminación de Europa a las primeras de cambio ante el Wisla Cracovia tras vencer 4-1 en la idea provoca el despido fulminante del entrenador. Llega un hombre de la casa Luis Costa, que endereza el rumbo del equipo. Lanna va entrando en el equipo cuando la rodilla se lo permite pero el cambio de entrenador es un espejismo. El equipo pasa de mirar a Europa al llegar enero o salvarse de forma agónica en la última jornada y gracias.
La tabla de salvación de esa temporada es la Copa del Rey. El equipo, con unos cruces amables, alcanza la final en la que se supera al Celta de Vigo con un resultado holgado. Victoria y billete para competición europea. Lanna sabe que no va a seguir. Ha estado a punto de salir del equipo en el mercado de invierno pero, inexplicablemente cuando está todo hecho y el contrato firmado, su traspaso al Milán se cae porque el cuadro rossonero no deposita el contrato. La oportunidad de jugar en un grande se escapa.
El sueño frustrado, otra vez, de jugar en Inglaterra.
Chelsea y Watford estuvieron a punto de firmar a Marco Lanna pero, en ninguna de las dos ocasiones, se materializó el traspaso.
Acabada su relación con el Real Zaragoza a Marco Lanna le sigue apeteciendo probarse en Inglaterra. Le surge una oferta del Chelsea y a Londres que se marcha. Claudio Ranieri es el entrenador, le concoe bien y sabe su veteranía puede aportar mucho al equipo. Está dos semanas entrenando con el equipo, a la espera de poder formalizar una presentación que nunca se produce. El holandés Winston Bogarde debe abandonar el club para poder hacerle sitio en la plantilla. Pasan los días y nada se mueve. Bogarde se aferra a que tiene contrato aún por dos años más y, pese a no jugar un solo minuto, ahí se queda. Madera de funcionario la del holandés.
Marco Lanna se queda con una mano delante y otra detrás. Se niega a retirarse, cree que aún le queda fútbol y decide esperar al siguiente mercado de fichajes. Regresa a Italia en donde pasa tres meses entrenando con la Fiorentina. Espera poder firmar por el cuadro florentino en el siguiente mercado pero, un movimiento en el fútbol inglés hace que el sueño de jugar en Inglaterra, sea posible. Su compañero y amigo Giunluca Vialli ha firmado por el Watford en Champioship. El delantero italiano que había llevado al Chelsea, aun siendo jugador y entrenador, a ganar sus primeros título: Recopa, Supercopa de Europa y Charity Shield, le reclama para reforzar al cuadro inglés para pelear por el ascenso. Va convencido, lo tiene hecho pero una llamada de última hora de su amada Sampdoria le deja en Italia.
En su amada Génova, en su querida Sampdoria que en 2002 estaba en la serie B, pone fin a su carrera deportiva tras jugar allí seis meses. En junio de 2002 dice adiós al fútbol, su rodilla no da para más después de vestir la camiseta del equipo de vida en 343 ocasiones. Es la hora de emprender una nueva vida fuera de los terrenos de juego. Lanna monta sus negocios y le funcionan. Abre un negocio inmobiliario que le va como la seda y concesionario de coches de Jaguar y Land Rover. Además empieza a colaborar con algunos medios para analizar a los rivales de su Sampdoria.
Llega el final de 2021, otro sueño de todos los amantes del fútbol. Ser presidente del club de tus amores. Y, desde entonces, ahí sigue. Con una situación económica muy complicada, con el equipo descendido a la Serie B y, actualemente en el fondo de la clasificación, luchando por salir adelante por sus aficionados. Un mito del fútbol italiano dirige el equipo: Andrea Pirlo. Esperemos que, más pronto que tarde, Marco Lanna pueda volver a disfrutar y su equipo le de alegrías. Se lo merece.
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