Me crucé por los límites de Garrido con el míster Dani Ponz. Lo vi y quedé en estado de shock.
Unionistas de Salamanca 2-0 Nástic de Tarragona
Anoche sábado, previa de partido, salí como Romario. Tenía cena de empresa. Es lo mejor que ofrece a sus trabajadores junto a los bolígrafos de propaganda que robo a escondidas. Del sueldo y de las condiciones no hablo, eso se queda en el vestuario. Lo dicho que salí ayer: cena ligera, descafeinado, dos gintonic 0,0, taxi y a dormir. Envidiable. A las dos y media ya estaba metido en la cama bien arropado que la noche refrescaba. Os parecerá a muchos patético, a mi el primero, pero hay que saber retirarse a tiempo.
El ratito de la noche, omito el ágape y voy directo al cubateo, me dio para hacer una etnografía de la noche y la mocedad masculina salmantina. Se puede dividir en dos categorías, los que llevan bigotín, gafitas de antaño o chándal de tactel y los que lucen, ya sean muchas o una, visibles o semiocultas, banderitas de España. Así va la chavalada, empeñada en recuperar tiempos pasados, cada quien adaptado a su manera y presupuesto. Están los que van con las telas viejas gastándose un dineral en ropa vintage, de segunda mano o economía circular, a base de soltar billetes y enriquecer al cappitalismo pero que ahorran bebiendo todos del mismo vaso.
Hago un apunte ahora acerca de que la chavalada pueda salir en chándal a pegarse los bailes. Me dan envidia infinita. En mi generación no podías salir a la discoteca con el Joluvi a cuestas. Los que antes te vetaban la entrada en los sitios bien de la Gran Vía si hacías gala de alguna prenda que desprendiese un aire a ropa de sport, ahora, en la plaza Monterrey, te hacen la ola para que hagas bulto acodado en su barra. No reprocho, agradezco, porque si mi generación hubiese salido con el chándal de tactel o de piel de melocotón, fumando como se fumaba entonces en el interior de las discotecas y se prendía fuego al Cointreau, las pistas de baile habrían sido más peligrosas que un camión cisterna. La de tragedias que se han evitado por esa medida que considerábamos injusta. Es de bien nacidos ser agradecidos, valga mi reconocimiento.
Los otros, ataviados de complementos rojigualdos made in China que convierten sus ropas de gala en el mono de faena de un piloto de F1, que se concentran en bares donde proliferan las letras en español y los ritmos latinos. Se concentran, en pequeños cónclaves para fumar en pipas de agua en donde departen, entre trago y trago, de política exterior, terrorismo, amnistías y de la lesión de Gavi. Los menos formales arrasan por donde pasan con sus trenkas North Face negras, verlos me recordaba aquellas cazadoras bomber que en los 90 denotaban la ideología y, a quien se las ponía dada la vuelta luciendo el forro naranja, su falta de cerebro. Lo bueno de que llegue el frío es que nos delata por mucho que pensemos que sepultados en nuestras ropas y abrigos, estamos ocultos. Me estoy dispersando.
Cuando iba de camino a la cena de empresa tuve una revelación. Me crucé por los límites de Garrido con el míster Dani Ponz. Lo vi y quedé en estado de shock. Te digo porqué. El míster de Unionistas de Salamanca fuma. Justo cuando íbamos a cruzarnos se prendió un cigarro. Lo vi y, como Laporta me dije, pues no estamos tan mal. Ganamos fijo. Es primero de mes y si nuestro director de orquesta se puede permitir comprar tabaco de cajetilla y no picadura de tabaco, que sería lo más propio de las estrecheces propias del fútbol popular, esto va por buen camino. Así que confianza total porque allí donde uno ha cobrado a día uno, nada puede salir mal. Hoy, con mi cuerpo fatigado, reconozco que he visto el partido con una tranquilidad absoluta, el hambre con el que han salido los jugadores al campo y los goles tempraneros de Ramiro, que ya suma un centenar de partidos comandando la zaga, y Losada han reafirmado mi pronóstico inicial. No tenía duda alguna en que ganábamos. Por eso y porque me he fumado el paquete tabaco que sobró de ayer y que compré a medias con mi compañero de departamento. Nosotros aún no hemos cobrado.
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