Ser de un equipo te da una identidad basada en una lealtad que no cuesta transmitir a los demás.
Salid enchufados, como si fuesen un juguete antiguo, es lo que le pide Dani Ponz a los jugadores de Unionistas. A partir de esta expresión me he dado cuenta, haciendo inventario de los juguetes de Jimena, que ya ninguno necesita estar conectado a la red eléctrica para funcionar. O bien van a pilas, el segundo regalo estrella de la navidad, o cada uno tiene su propia batería. Pura magia, una alquimia del siglo XXI, que nos separa de la realidad, como si lo que nos rodea fuera inexplicable.
Cuando era niño, los reyes me decepcionaban cada año. Por dos motivos. Primero porque no me regalaron nunca un coche teledirigido, miento, lo hicieron pero llevaba un cable de metro y medio de largo, que lo unía a un mando que solo dejaba moverlo adelante y atrás; y segundo, tampoco tuvieron el detalle de dejarme nunca un balón de reglamento. Estas dos frustraciones han vuelto a aparecer cuando descubría que este año, a mi sobrino, le dejaron los dos regalos que nunca tuve. Frustrante.
Si hay algo de verdad que sabotea la infancia es no poder estrenar un nuevo juguete al minuto después de que te lo regalen. Hugo, mi sobrino, con su flamante balón nuevo ha tardado días en poder jugar con él. La razón sencilla, no encuentra dónde ni con quién hacerlo en la calle. Ahora para dar unos toques a un balón de fútbol, los padres deben organizar un partido vía whatsapp indicando hora, campo de juego y uniforme, ni tampoco pueden hacerlo solos dedicándose a lanzar solo la pelota contra la pared. Los niños de hoy no escuchan aquella poesía de Garrido Norte: niño deja de dar balonazos a la cochera y vete a jugar detrás del Merca80.
El fútbol está cada vez más desenchufado de la niñez y más conectado a los patrones de orden del mundo adulto. Un coñazo ser niño a día de hoy. Ni se manchan la ropa sacando el balón de debajo de un coche, ni tienen que tirar de valor y dar la cara cuando encolan un balón... Ya no se ven partidos en la calle, como los que había en cualquiera de Garrido al que poder sumarte siendo niño al partido o un adulto que, de camino a donde fuese, se permitía el lujo de hacer un control de cara a la galería o demostrarse a sí mismo ser el Milinko Pantic del barrio. Lo dicho, un rollo ser niño ahora. Más aún cuando veo que mi sobrino, dice ser del Real Madrid y no se conoce a los jugadores, ni sabe cuántos goles a favor lleva, ni el calendario y mucho menos el horario del próximo partido. No sé qué les enseñan en el colegio la verdad.
Ser de un equipo de fútbol te conecta con la ciudad, con su historia, con el barrio, con tus vecinos. Ser de un equipo te lleva a conocer anécdotas, los nombres de los jugadores y entrenadores, saber de derrotas dolorosas y vitorias inesperadas o bien porque las has visto en primera persona o porque te las han contado. Jugar al fútbol o seguir a un equipo implica esfuerzo, disciplina, decepciones, tretas y sorpresas que ayudan a saber de qué pasta estás hecho. Ser de un equipo te da una identidad basada en una lealtad que no cuesta transmitir a los demás.
Estos días Salamanca anda revuelta buscando entradas para ver al Barcelona cuando, antes que todo eso, hay partido frente al Rayo Majadahonda. Unionistas de Salamanca sigue sumando nuevos socios que son como los juguetes de Jimena, sin cable que les adhiera a lo tangible que les rodea. Gente que solo quiere formar parte del club lo que le dure la batería del partido frente al equipo blaugrana. Socios sin identidad ni sentimiento de pertenencia, que les da igual cuándo juega el equipo y que no tiene ni idea del nombre del lateral izquierdo. Espero, que aunque no hayan estado viendo al Rayo Majadahonda, estén el jueves y descubran que el Reina Sofía es de los pocos lugares que quedan donde descubrir que la realidad no es lo único que existe. Enchúfense a Unionistas.
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