Decía el míster Dani Ponz en la previa que, para ganar al Fútbol Club Barcelona, Unionistas de Salamanca iba a tener que hacerlo todo perfecto, como en La Casa de Papel. Lo mismo para coger buen sitio en el Reina Sofía. Día lleva el grupo de whatsapp echando humo acerca de cómo hacer para tener un buen sitio. Para empezar, el sábado ante el Rayo Majadahonda, estar de los primeros en el estadio para hacernos con unas pulseras para ubicarnos en una zona en la que no nos ubicamos nunca. Necesitábamos cuatro y tenemos tres. La primera en la frente.
Hoy, día de partido, después de unos días en los que no se habla de otra cosa, me veo como la chavalada a la que miro con suficiencia cuando los veo esperando horas antes para ver al artista de moda que actúa en el Multiusos. Un pringado esperando horas en un mismo lugar. Esperando. Igual de pasmarote que cuando, por la conjunción de astros, había conseguido besarme con una moza en el Plutos y allí volvía la semana siguiente a primera hora a ver si reaparecía.
Nada de lo que sucede se olvida, incluso si ya no lo recuerdas. Estos días he tratado de hacer memoria de la primera vez en la que vi al Barcelona en Salamanca. Apenas recuerdo nada de aquel día, más allá de que fui al estadio con una cámara de fotos y que, una vez reveladas, no había una sólo imagen que valiese la pena. Eso es lo que me queda de aquel día en que visitó el Helmántico un equipo que eran los rescoldos del Dream Team. un resultado de 1-3 y que mi carrera como fotógrafo ya estaba finiquitada.
Observar un recuerdo no tiene nada que ver con volver a vivir la experiencia. Dentro de unos años, cuando recordemos el partido y todo lo que hemos vivido alrededor de él, no necesariamente tendremos que volver a sentir lo mismo que hemos sentido hoy en el Reina Sofía, bastará con saber que lo sentimos con el uy del primer minuto al tiro de Losada, la euforia con el gol de Álvaro Gómez y los pelos de punta al gritar que sí se puede. Gracias Unionistas.