El estadio Helmántico, inaugurada en 1970 y construido en tiempo récord, supuso un salto de modernidad para la Unión Deportiva Salamanca. Eso sí, en sus primeros años vio cómo sufría hasta tres derrumbes.
El estadio Helmántico, el campo en donde disputaba sus partidos la Unión Deportiva Salamanca, fue inaugurado en abril del año 1970 por Jose Antonio Samaranch con un partido que enfrentó a la UDS con el Sporting de Lisboa. Conviene recordar que el Helmántico fue la piedra de salvación del club a finales de los años sesenta de un club que, ya entonces, pasaba severas estrecheces a consecuencia de las deudas económicas contraídas.
Hasta la construcción del estadio Helmántico, la Unión Deportiva Salamanca disputaba sus encuentros en el campo El Calvario, actual estación de autobuses de la ciudad, desde el 13 de mayo del año 1923 cuando el entonces obispo de la ciudad Julián de Diego y García Alcolea bendijo las instalaciones que habían sido sufragadas con las aportaciones de los socios colaboradores del club que, en aquel momento, se llamaba Unión Deportiva Española.
El campo de El Calvario vio desfilar a cientos de jugadores y miles de aficionados en sus casi cinco décadas de historia hasta su despedida en una derrota frente el Onteniente, donde militaba Sánchez Barrios, el 29 de marzo de 1970. El campo era todo un emblema para la ciudad y el fútbol charro pero, bien es cierto, que se había quedado vetusto y no reunía las condiciones necesarias para un club y una ciudad que anhelaban ver algún día a su equipo en la máxima categoría del fútbol español.
La construcción del Estadio Helmántico como salvación para la Unión Deportiva Salamanca
La venta de los terrenos donde se asentaba el campo de El Calvario y la adquisición de los nuevos en el término municipal de Villares de la Reina supusieron un respiro a las arcas ahogadas de la UDS a finales de la década de los 60.
El crecimiento de la ciudad debido a la migración rural fue, en gran parte, tabla de salvación para la Unión Deportiva Salamanca. La ciudad necesitaba nuevos terrenos para edificar y dotar de infraestructuras a su creciente población. Salamanca contaba con alrededor de 32.000 habitantes cuando fue inaugurado el campo de El Calvario, en la fecha del último partido disputado en él, la cifra había crecido hasta las 120.000. El ayuntamiento de la ciudad, al igual que había sucedido en el resto de capitales en España, se vio impelido a llevar una política de liberalización del suelo convirtiendo en edificables solares que, hasta entonces, estaban destinados a otros usos.
Este proceso de liberalización del suelo le abre una oportunidad la Unión Deportiva Salamanca para sanear las cuentas. La directiva, encabezada por el presidente Augusto Pimenta, en 1965 toma la decisión de vender las parcelas que son propiedad del club alcanzando la cifra de 17 millones de pesetas - equivalentes a 3 millones de euros en la actualidad - y pone sus miras en los terrenos de Salas Bajas para edificar allí el nuevo y flamante estadio. No lo consigue y, finalmente, se toma la decisión de adquirir 16 hectáreas de terreno en unos terrenos conocidos como Prado de los Panaderos o Las Canónigas situados en el municipio de Los Villares a cambio de 6,5 millones de pesetas.
La operación de cambio de ubicación le sale redonda a la Unión Deportiva Salamanca: 10 millones de pesetas de beneficio - más de 1,5 millones de euros actuales - que sirven, y mucho, para dotar de tranquilidad en lo económico al club que, además, se ha guardado una hectárea de terreno de lo terrenos del Calvario por lo que pueda pasar. La edificación de un nuevo estadio puede comenzar pero, aquí, de nuevo llegan los problemas.
La ciudad y los aficionados están deseando contar con un nuevo estadio. La escrituración de los nuevos terrenos propiedad de la Unión Deportiva Salamanca se realiza en mayo de 1969. Todos ansían ver la maquinaria en marcha y el nuevo estadio en pie. Sin embargo, el concurso de adjudicación de la obra queda desierto. Nadie quiere arriesgarse a asumir el reto del proyecto encabezado por los arquitectos Antonio García Lozano, abuelo del futbolista Carlos de la Nava y artífice del parque de La Alamedilla, y Fernando Población del Castillo, que firmó edificios como la sede del actual Gerencia de Catastro en Gran Vía, la iglesia del barrio de la Prosperidad, el colegio Santo Tomás de Villanueva o el edificio del antiguo banco de Salamanca situado en la plaza de los Bandos . Finalmente, es el constructor Gil Cacho que, tras verse sometido a presiones para que se haga cargo de la obra, asume la tarea de construir en pleno invierno y en apenas medio año el estadio Helmántico.
El 8 de abril de 1970 es la fecha que se elige para la inauguración. Un acontecimiento sin parangón hasta entonces en la ciudad. Se celebra, tras las bendiciones del obispo Mauro, el primer encuentro no sólo en el estadio Helmántico sino que, además, se convierte en el primer encuentro nocturno disputado en la ciudad de Salamanca bajo la luz de los focos del estadio. Todo son parabienes, asombro continuo y una sonrisa en la cara de los 25.000 espectadores que se acercan a ver el duelo inaugural frente al Sporting de Lisboa al descubrir la cubierta del estadio que protege de la lluvia a toda la grada. Lo de menos el resultado, un cero a cero que deja con las ganas de descubrir cómo suena el grito de gol en el nuevo estadio. Esto se descubrirá el 26 de abril del mismo año cuando Manolo Calero, anote el primer gol en el derbi regional frente al Real Valladolid.
Los tres derrumbes del estadio Helmántico
El estadio Helmántico, en sus primeros ocho años de vida, vio cómo las cubiertas de sus gradas y parte de sus vigas se fueron al suelo como consecuencia de tres temporales de lluvia y viento.
El principal enemigo del estadio Helmántico fue del todo imprevisto: el viento. Nadie podía pensar que causaría estragos en el recién estrenado recinto de forma reiterada. La primera vez, la tarde de un 14 de enero de 1975 cuando ráfagas superiores a los 100km/h arrasaron con la visera del fondo norte, lanzando tres vigas de varias toneladas de peso sobre la zona de aparcamientos y haciendo, de las vigas transversales de esa misma zona, un amasijo de hierros. Por suerte, no hay que lamentar víctimas ya que apenas dos días antes la Unión Deportiva Salamanca había derrotado al Betis con goles de Víctor Soler y Enrique.
La solución a este desastre y en previsión de que no volviese a suceder fue abrir huecos en la estructura superior de las gradas a lo largo de todo el estadio para facilitar la circulación del viento. La solución se reveló, al poco tiempo, insuficiente. Tres años después, en vísperas del primer encuentro internacional que iba a albergar el estadio Helmántico en un encuentro, por primera vez en la historia de la ciudad de Salamanca, de la selección de España, dirigida por Kubala, y Chipre, de nuevo, la cubierta del fondo norte salió por los aires. Cerca de treinta metros de la visera del fondo norte salieron por los aires. De nada sirvieron las aberturas realizadas tiempo atrás y que supusieron unos gastos de 2,5 millones de pesetas para el club.
Esto sucedió un 12 de diciembre de 1978, al día siguiente, como si no hubiese sucedido nada el partido se disputó acabando en victoria fácil por 5-0 con gol del local Vicente Del Bosque incluido. . La única medida adoptada fue retirar las 4.000 localidades que se vieron afectadas y listo. Eran otros tiempos de goles en blanco y negro en Salamanca en tiempos de la televisión en color, debido a que la iluminación insuficiente de los focos del estadio impedía que pudieran recogerse las imágenes a color hasta 1982.
Aun con las heridas del vendaval sin curarse en el Helmántico, apenas con tres meses de diferencia, un nuevo vendaval azota la ciudad. El 12 de febrero de 1979 el viento se lleva de cuajo más de una decena de vigas de la zona de preferencia y las chapas de uralita de la cubierta que aterrizan en las pistas de atletismo. Los desperfectos son cuantiosos, se cifran en más de 25 millones de pesetas, y, sobre todo, cunde la idea de la necesidad de acometer una reforma más profunda que se convierta en una solución definitiva.
Estamos ante al tercera vez, en apenas nueve años, en la que la techumbre sale por los aires. Ahora es la zona de preferencia la afectada: cubierta, vigas, focos y megafonía han sufrido daños. En las oficinas del club no saben dónde esconderse. Nadie asume el liderazgo de pedir responsabilidades. El constructor está tranquilo, como el club ha pagado fuera de plazo la obra no espera medidas en su contra y, los arquitectos que asumieron el proyecto en una mezcla de amiguismo y favoritismo se lavan las manos. El club, mientras, ante el tercer derrumbe cómo su ya resentida economía va en picado. Se pierden cobros por derechos televisivos, el dinero de taquilla y, encima, se ve cómo se ha pasado de alardear de un estadio de primera coqueto y pinturero a, tratar por todos los medios, de contentarse con disponer de un estadio, al menos, seguro para los aficionados.
En la búsqueda de la mejor solución no se escatima en medios. Se recurre a las más modernas herramientas informáticas e incluso al túnel del viento. Allí se va con una maqueta del estadio para evaluar las posibilidades. Se opta por elevar las cubierta del estadio. Hasta ese momento la cubierta está toda en un mismo nivel, se hace necesario elevar la cubierta en la zona de preferencia para que el viento pueda circular. Se añaden nueve filas a las ya existentes en preferencia, la cubierta se eleva y el problema del viento queda resuelto, al fin y hasta ahora, para siempre.
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