La Unión Deportiva Salamanca se encomendaba en la temporada 1987-1988 a García Traid para lograr, al tercer intento, regresar a Segunda División.
El mes de mayo en Salamanca siempre es un buen mes. En la de 1988, tras dos intentos fallidos, se consumó el regreso de la Unión Deportiva Salamanca a Segunda División. La UDS volvía a asomar la cabeza tras la caída en la UVI deportiva y económica que supusieron los dos descensos consecutivos desde la máxima categoría.
La temporada 1987-88 comenzó con la ilusión recobrada. La campaña anterior en la que la Unión Deportiva Salamanca quedó incluso fuera de la promoción para disputar el ascenso con una derrota dramática, en el estadio Helmántico, en el último partido ante el Real Burgos, equipo con el que se disputaba la última plaza en liza. Un gol en el descuento anotado por Eizmendi, padre de gemelos que jugaron en Guijuelo, dejaba fuera a la UDS y a la afición salmantina con el corazón dolido.
La tercera etapa de García Traid en el banquillo de la UD Salamanca
El técnico aragonés volvía, por tercera vez, a Salamanca para devolverle al equipo la gloria que había alcanzado con él diez años atrás.
La vuelta de García Traid al banquillo de la UD Salamanca devolvía la esperanza. Iba a ser la tercera etapa del aragonés al frente del equipo. Todo un reto por delante para el técnico que vio cómo le fichaban como refuerzos a Balbino, Mina y Villarejo. Los primeros fueron verdaderos puntales defensivos del equipo que terminaría la campaña como el equipo menos goleado, con apenas 20 goles en contra, de las tres máximas categorías del fútbol español ese año.
El fútbol desarrollado por la Unión Deportiva Salamanca no despertaba pasiones pero era efectivo al máximo. La fortaleza de la línea defensiva, habitualmente formada por cinco jugadores: González Etxebarria, Mina, Balbino, Sito y Nino, llegó a encadenar hasta seis partidos sin conceder un tanto dando al equipo una seguridad en sí mismo que llevaba tiempo sin verse en Salamanca.
La trayectoria de la UD Salamanca en la Copa del Rey de 1987-1988.
La Unión Deportiva Salamanca puso contra las cuerdas a todo un Valencia en su estadio al hacer peligrar la ventaja que habían conseguido en el encuentro de ida.
El equipo gana todos sus encuentros como visitante e la primera vuelta y apenas cede dos empates en casa. El desempeño en la Copa del Rey también es de desatacar alcanzando la cuarta ronda de la competición eliminando al Zamora, Cristo Olímpico de Palencia y el Sanvicenteño de la localidad de san Vicente de Alcántara situada en Badajoz que militaba en Tercera.
Después de superar tres rondas la Unión Deportiva Salamanca tuvo como rival al Valencia CF. El conjunto ché dirigido por Alfredo Di Stefano fue el primer equipo capaz de derrotar a los pupilos de García Traid al lograr la victoria en el encuentro de ida disputado en el estadio Helmántico con goles de dos mitos del fútbol valenciano: Voro y Alcañiz.
La eliminatoria que, a priori parecía sentenciada, quedó abierta ya que en el partido disputado en el Luis Casanova la UDS sin nada que perder se adelantó en el marcador por mediación de Biota mediada la primera mitad. La afición valencianista vivió el partido con un nudo en la garganta que no se deshizo hasta que ya en el postrero minuto noventa Fillol lograba la igualada para los valencianos.
La UD Salamanca de García Traid: un equipo de récord.
La Unión Deportiva Salamanca firmó una primera vuelta histórica cediendo apenas dos empates como local y ganando todos sus encuentros como visitante.
Imagen extraída del blog Desde Mi Grada Vieja
El equipo de García Traid se mostraba intratable ante sus rivales que no veían cómo podían hacerle daño. La Unión Deportiva Salamanca de esa temporada 1987-1988 acaparaba la atención de toda España al encadenar una racha de 25 partidos sin perder en Liga, récord absoluto de imbatibilidad del equipo. No fue hasta el 28 de febrero que el equipo no conoce la derrota en la competición liguera. La derrota acaba llegando en la visita al Maspalomas, equipo entrenado por Julián Rubio, merced a gol olímpico de Genaro.
En la ciudad de Salamanca se daba el ascenso por descontado. Cada semana se echaban cuentas sobre la jornada, si el equipo seguía ese ritmo, certificaría que, al fin, se alcanzaría de nuevo la Segunda División. No todo podía ser tan bonito. A partir de esa primera derrota el rendimiento del equipo decae y en la siguientes salidas vuelve a caer derrotado. No pasa nada, la afición hace la cuenta la vieja y calcula que el ascenso se consumará venciendo en casa al Badajoz en la jornada 33. Derrota. El equipo, por detrás en el marcador desde el inicio del encuentro, se muestra incapaz no ya de remontar, sino de dar la sensación de poder hacerlo. Los nervios en la afición crecen y la tolerancia con los jugadores empieza a perderse ante el triste juego que exhibía el equipo.
Lluvia de almohadas para celebrar el ansiado ascenso a Segunda División
Con una lluvia del almohadillas y gritos de fuera, fuera celebró la afición el campeonato y el ascenso a la división de plata.
El 1 mayo, día del trabajador y domingo, el Helmántico espera que ante la visita de la Sociedad Deportiva Alcalá, por fin, se pueda celebrar el campeonato y la fiesta del ascenso. El empate era suficiente por lo que la afición llegaba con ganas de disfrutar, en un partido que debía prestarse a ello, de una tarde alegre. Nada que ver. Para merendar tostón recalentado. Empate a cero y gracias por venir.
La grada del Helmántico no puede más. El cabreo es de los de aúpa con los jugadores a los que consideran unos aguafiestas. Tras el pitido final la afición, en vez de cantar eso de campeones, campeones, oé, oé, oé cambia de tercio profiriendo el también popular fuera, fuera acompañada de una lluvia del almohadillas para despedir el camino al vestuario del equipo. Curiosa manera de celebrar el título de campeón no cabe duda.
El vestuario en vez de ser una fiesta parecía un funeral. García Traid incluso amenazaba con marcharse. La directiva encabezada por Juan José Hidalgo también con ganas de poner pies en polvorosa viendo los ánimos de los aficionados, el cabreo del técnico y los números rojos de las cuentas del club. No llegó la sangre al río. Con el paso de los días la situación se fue calmando y una goleada en la última jornada sirvió de bálsamo para todos menos para la economía de la entidad.
Después de cerrar la temporada con la victoria final ante el modesto conjunto del Daimiel, ahora sí, equipo y afición celebraron juntos y como merece el ascenso primero en el estadio Helmántico para, posteriormente, trasladar la celebración a la Plaza Mayor. No fue el único ascenso que se celebró en la ciudad en esas fechas ya que el San José lograba toda una hazaña al colarse en Tercera División.