Queríamos rock and roll y a estas alturas somos una mala copia de Álex Ubago.
Unionistas no sabe por dónde le sopla el aire en un deriva que le ha llevado, en un solo partido, de acariciar el sueño del playoff al bofetón de realidad del descenso.
Dani Llacer ha agotado el crédito. De nuevo, un partido se le va tras pasar por el vestuario. La toma de decisiones en tiempo real del técnico valenciano ha costado puntos y, sobre todo, dejando, otra vez, un gusto a filetes de hígado en el paladar de los aficionados. Ahora que se acaba la cuaresma toca meter un aderezo nuevo al banquillo que le de un gustito a ajo a este equipo que, cada semana, se vuelve más insulso.
No toda la responsabilidad debe cargar sobre Llacer. A lo largo del año ha demostrando plantear muy bien partidos contra los grandes equipos y, de inicio, ha acertado con la propuesta. Otra cosa es lo que ocurre los noventa minutos en los que equipo, demasiadas veces y demasiado tiempo, ha mostrado no saber qué hacer en los momentos de dificultad, pero ahí también entran en liza la responsabilidad de los futbolistas y de una afición, servidor incluido, más preocupada de sus rencillas internas que de focalizar el esfuerzo en despertar del coma inducido en el que lleva el equipo el último mes y medio.
Llega la hora de cambiar la música y que las últimas jornadas no terminen con un requiem.